Policí­a Federal frena caravana; seguiremos pase lo que pase

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Ciudad Hidalgo, Chis., Soportaron de todo y se valieron de todo para llegar a México, para muchos puerta de entrada a Estados Unidos: portazo contra las vallas que custodia el ejército guatemalteco, clavados desde el puente internacional hacia el rí­o Suchiate, desafí­o a la Policí­a Federal que terminó controlándolos con gases lacrimógenos y equipos antimotines y, por el momento, un respiro para permitir un ingreso ordenado.

La decisión de ingresar a México a como diera lugar fue tomada por los miles de migrantes hondureños –la mayorí­a procedentes de su paí­s en caravana desde el 13 de octubre– durante una asamblea efectuada por la mañana de este viernes en el parque central de Tecún Umán, ciudad guatemalteca fronteriza con México, donde aguardaban desde el jueves.

A partir del acuerdo, los centroamericanos se organizaron y pasado el mediodí­a se enfilaron hacia México. Primero, tras algunos forcejeos, traspasaron un pequeño cerco de militares guatemaltecos que habí­an colocado tres vehí­culos tipo tanqueta para obstruir el paso, mismos que fueron utilizados incluso para saltar las vallas.

Luego, los centroamericanos ocuparon totalmente el puente internacional de medio kilómetro que atraviesa el rí­o Suchiate –que divide a México de Guatemala–; allí­ derribaron una valla metálica colocada por la policí­a mexicana. La multitud avanzó y se encontró con otra reja, ésta de gruesos barrotes, que lograron abrir parcialmente, lo que provocó la gresca, jaloneos y golpes con los uniformados.

Las escenas dramáticas se produjeron cuando, desesperados por la espera, muchos aspirantes a indocumentados se lanzaron desde el puente hacia el rí­o o se descolgaban con lazos y nadaban hasta donde los esperaban improvisadas balsas: más de uno fue arrastrado varios metros por la corriente, pero fueron rescatados con grandes esfuerzos; uno más se desmayó en medio del agua y fue sacado por uno de sus compatriotas.

En ese momento, a mitad del puente, justo bajo el letrero que con letras blancas y sobre una estructura verde que dice Bienvenidos a México, la policí­a lanzó gases lacrimógenos, lo que ocasionó que los hondureños se replegaran. De ese modo, más de 200 federales impidieron el ingreso a México de los miles de hondureños que pretendí­an internarse sin documentos migratorios.

Entonces vino la respuesta: una lluvia de piedras cayó sobre los policí­as y demás personas que estaban del lado mexicano, entre ellas periodistas. Entre la confusión, el caos y el desorden muchos cayeron al piso a medio puente, niños y mujeres incluidos.

En la confusión, unos 50 migrantes lograron pasar y el resto retrocedió. Luego, los agentes retomaron el control y cerraron la reja metálica aproximadamente a las 13:30 horas. Hasta las 19:30 no se habí­an vuelto a abrir totalmente.

Megáfono en mano, Manelich Castilla Craviotto, comisionado de la Policí­a Federal, llamó al orden. Se recomienda a todos los migrantes que no agredan a los uniformados, vamos a dar condiciones para que sean atendidos de manera ordenada; no pongan en riesgo a mujeres y niños. Nombren una comisión para que se determine la manera de llevarlos a un albergue.

Poco a poco la situación se fue apaciguando, pero los migrantes no dejaban de gritar con el puño en alto: No somos criminales, déjennos entrar, queremos trabajar.

Los migrantes retrocedieron y se acomodaron, sentados o parados, sobre la mayor parte del puente que no estaba ocupada por los policí­as federales.

El resultado fue de por lo menos tres uniformados lesionados por piedras y varios centroamericanos golpeados y desmayados.

Por qué nos matan, por qué nos asesinan, si somos la esperanza de América Latina, corearon algunos.

No somos delincuentes, sólo queremos trabajo y seguridad porque en nuestro paí­s hay mucha violencia y pobreza, dijo otro joven que viaja con la ilusión de encontrar un empleo en el norte (Estados Unidos).

Se evitó que se vulnerara nuestra frontera; no hicimos uso de la fuerza, afirmó Castilla Craviotto.

“El propósito principal se cumplió, va a haber un ingreso orde-nado, bajo las condiciones que ponga la autoridad migratoria y no bajo las condiciones de violencia que algunos piensan que funcionan en paí­ses como el nuestro como medidas de presión“, dijo una vez que la policí­a tuvo el control total de la situación.

Dos horas más tarde, el gobierno mexicano comenzó a permitir el paso de menores de edad y luego de adultos para que subieran en autobuses que los trasladaron a un albergue ubicado en el centro de Ciudad Hidalgo, cabecera del municipio de Suchiate.

Hasta las 18 horas se habí­an registrado más de mil 600 personas que recibirán alimentos, agua, colchonetas y cobijas, mientras las autoridades migratorias estudian sus casos individualmente. Decenas más estaban sentados en bancas o en el piso en el parque central curándose los golpes.

Norma Hernández, quien viaja con sus tres hijos, de 19, 17 y 15 años de edad, y una nieta de tres, afirmó: Nuestra intención es llegar a Estados Unidos. No somos delincuentes, sino gente trabajadora. A mí­ no me golpearon, sólo vi que pasó un muchacho desmayado. Si los demás integrantes de la caravana no se regresan a Honduras tampoco nosotros.

Rubén Figueroa, representante del Movimiento Migrante Mesoamericano, que cada año organiza la caravana de madres de Centroamérica en busca de sus hijos desaparecidos en México, dijo que los migrantes fueron reprimidos por la policí­a mexicana.

Agregó: Fue la Policí­a Federal la que dio la bienvenida, entre comillas, a los migrantes, no el Instituto Nacional de Migración (INM). El gobierno mexicano habí­a dicho que no iba a reprimirlos, pero fue todo lo contrario.

Manifestó que no es con gases lacrimógenos ni con escudos como se debe de recibir a esta gente, sobre todo cuando vienen niños y mujeres.

Mario Turcios, uno de los hondureños que participa en la caravana y que resultó lesionado en el hombro por un golpe con macana que le dio un policí­a, sostuvo que nuestra decisión es seguir pase lo que pase, esa es la voluntad de Dios.

La noche del viernes, miles de migrantes permanecí­an sobre el puente, sentados o acostados en el piso, en espera de poder ingresar a México.

Funcionarios del INM estaban preparados para recibir en grupos pequeños a los migrantes para tramitar sus solicitudes de refugio o visa humanitaria, que es la única forma bajo la cual el gobierno mexicano ha dicho que los dejará pasar la frontera.

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