Victoria de Bolsonaro entre gritos de ¡Viva… Volvió la dictadura!

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A eso de las ocho de la noche de este domingo, lo que se anunciaba, acorde con las encuestas, se confirmó: el ultraderechista Jair Bolsonaro, un capitán retirado del ejército brasileño, se convirtió en el quinto presidente electo por el voto popular desde el retorno de la democracia a Brasil, en 1985, luego de 21 años de dictadura militar.

Bolsonaro ganó con 55.18 por ciento (57.7 millones de votos) por 44.82 por ciento (46.8 millones de sufragios) de su contrincante, el izquierdista Fernando Haddad, con 99.91 por ciento del escrutinio.

Por primera vez un candidato de extrema derecha que además de declararse misógino, racista y homófobo, defensor de la dictadura y de la tortura, y que aseguró a una colega diputada que no la violaba porque no lo mereces, que dijo que ningún hijo suyo se casarí­a con una negra porque todos habí­an sido muy bien criados, y que calificó a la ONU (Organización de las Naciones Unidas) de nido de comunistas, pues sí­, alguien de semejante perfil, obtuvo la mayorí­a de votos del electorado brasileño.

Defensor de un programa económico que se pretende de un liberalismo fundamentalista, retrógrado absoluto en términos de educación pública, el capitán Bolsonaro, una vez oficialmente electo, se pronunció tan pronto se conocieron los resultados oficiales.

En su primera aparición, por una red social, se mostró titubeante leyendo de manera insegura un texto que no parecí­a ser de su autorí­a, esparció frases de difí­cil comprensión, pero destinadas a incendiar los ánimos de sus seguidores más fieles.

Aseguró, entre otras cosas, que librará al paí­s del peligro comunista o socialista, defenderá a la familia y sus tradiciones, y tendrá como base de decisiones la Biblia y la Constitución.

Luego obtuvo la bendición del autonombrado obispo evangélico Magno Malta.

En los pronunciamientos de Bolsonaro hubo una formidable e impresionante secuencia de frases sin conexión y de anuncios confusos, especialmente en lo que se refiere a la economí­a.

A partir de ahora se abre un espacio amplio y cubierto de niebla respecto de qué pasará en el paí­s latinoamericano más poblado, el más poderoso en términos económicos y el que hasta hace muy pocos años, en los dos mandatos presidenciales de Luiz Inácio Lula da Silva, ocupó un espacio destacado en el escenario global.

Ayer se comprobó que la distancia entre los electores del ultraderechista y de Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT) de Lula, fue significativa: unos 11 millones de votos.

Menos de la diferencia con que Lula fue electo en 2005 frente a Geraldo Alckmin –casi 20 millones de votos–, pero mucho más de los que Dilma Rousseff obtuvo frente a su adversario en 2014, Aecio Neves (unos 4 millones).

La tan esperada ola que habí­an anunciado los seguidores de Haddad, ministro de Educación en el gobierno de Lula y ex alcalde de Sao Paulo, no resultó, aunque sí­ logró disminuir de manera significativa la distancia que los separaba.

Con eso, se aseguró un espacio sólido para la oposición al gobierno que asumirá el primer dí­a de 2019.

Dicen analistas que lo que se abre en Brasil es una inmensa ventana que exhibe un océano de dudas.

Bolsonaro trató de mostrarse como un candidato ajeno a la polí­tica, a pesar de una carrera de casi tres décadas en el Congreso.

El ahora presidente electo, mientras fue candidato, exhibió un formidable talento para anunciar, por voz propia o de sus asesores, medidas que causaron impacto en la sociedad y en sectores especí­ficos de la economí­a, pero sin mayores consecuencias, por inviables.

Anunció fusiones de ministerios que luego rechazó, medidas radicales de privatizaciones que luego matizó; en resumen, nadie puede saber de verdad qué pretende en el campo de la economí­a, y menos en los demás rubros.

Esta ha sido la primera disputa electoral en la que no hubo un solo debate cara a cara entre los candidatos, y en que el vencedor se limitó a hacer apariciones por las redes sociales.

Arropado por lí­deres de izquierda, Haddad se dirigió a la militancia petista en un hotel de Sao Paulo, donde pidió respeto para sus 46 millones de votantes, en un emotivo discurso en el cual prometió seguir luchando con coraje por la democracia.

El ex alcalde de Sao Paulo, de 55 años, fue designado candidato del PT en sustitución de Lula, su lí­der histórico, quien purga desde abril una pena de 12 años de cárcel por delitos de corrupción y lavado de activos, a la que fue condenado sin que se presentara prueba alguna de su culpabilidad.

El Movimiento de los Trabajadores sin Tierra divulgó en Twitter un video en el que se ve a elementos del ejército en vehí­culos militares sumarse a las celebraciones en las calles de Rí­o de Janeiro por el triunfo del ultraderechista.

El pasado rabioso de Bolsonaro, su incitación a la violencia, así­ como el vací­o de su discurso, indican tiempos turbulentos.

La noche de este domingo que habí­a sido de luz y alegrí­a en la mayor parte de las ciudades brasileñas, tan pronto de supo de la victoria de Bolsonaro se desataron actos de violencia en varios puntos del paí­s.

Sitios en que se concentraban electores del derrotado Haddad, fueron blanco de acciones relámpago de seguidores de Bolsonaro, con agresiones sin mediar palabra.

Se reportaron, de manera documentada, acciones violentas en más de 20 ciudades brasileñas.

El gran temor, dicen observadores y analistas del muy complejo cuadro brasileño, se refiere no tanto a qué hará el ultraderechista cuando asuma la presidencia, sino qué harán, de aquí­ y hasta entonces, las muy furiosas milicias que lo respaldan.

Pasadas las siete de la noche (hora local), un grito de júbilo contagió a los miles de seguidores reunidos afuera del departamento de Bolsonaro en Barra de Tijuca, en la zona oeste de Rí­o.

Más tarde, a eso de las 10 y media de la noche (hora local), en Niterói, ciudad vecina a Rí­o (al otro lado de la bahí­a de Guanabara, separada por 13 kilómetros de puente) surgieron camiones del ejército desfilando a cuenta de nada entre una multitud que gritaba ¡Volvió la dictadura! ¡Viva!

¿Quién los convocó? ¿Bajo órdenes de quién dejaron los cuarteles?

Ese es el cuadro con que se enfrentará el paí­s a partir de hoy.

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