Notimex.- De Francisco Toledo pueden decirse muchas cosas incluso después de su muerte, pues su legado abarcó un sinfín de actividades; destacó en escultura, pintura, promoción cultural, edición de libros, enseñanza, activismo… mucho.
De complexión delgada, con cabello desaliñado, barba descuidada, ojos cafés y una vestimenta común que a simple vista lo hacía ver como uno más del pueblo, pero su mirada y su actividad lo hacían resaltar.
Abarcó diversas técnicas durante su vida: la escultura en piedra, la madera, el diseño de tapices, la acuarela, el grabado sobre linóleo y metal, el fresco, el gouache, el óleo y la litografía. Hace un par de años Toledo fue calificado por la revista Forbes como el artista plástico en vida más notable de México.
Pero su labor no se quedó en el arte sino que trascendió al involucrarse en causas como la defensa del patrimonio cultural de Oaxaca, la defensa de la naturaleza y otras obras altruistas.
Ingenioso, irónico, nunca tuvo identificación oficial pues decía que no confiaba en el sistema democrático del país, pero sus obras sí lograron identificación en países europeos; residió y estudió fuera de México, fundó diversos espacios importantes para el arte en el país y nunca olvidó la tierra que lo vio nacer.
Francisco Benjamín López Toledo llegó al mundo el 17 de julio de 1940, según contó a la periodista Angélica Abelleyra en el libro Se busca un alma. Hijo de un comerciante, tuvo seis hermanos y su madre formó parte de una familia de matanceros.
Su infancia estuvo llena de recuerdos en el lugar donde vivió, rodeado de animales como lagartijas, culebras, tapires, armadillos, iguanas, peces, cocodrilos, conejos y demás animales salvajes que solía ver cuando acudía al río a bañarse, contó en algunas entrevistas. De querer plasmar todas esas pieles, texturas, sensaciones y colores es que surgió su vocación.
Según el sitio “biografiasyvidas.comâ€, su padre apoyó el deseo de Francisco acerca de ser un artista y le permitió estampar diversos colores en los muros de la casa familiar. El comercio desarrollado por su progenitor le permitió a él y a sus hermanos estudiar en Minatitlán, Veracruz, lugar en donde residieron.
Su educación básica se desarrolló en Oaxaca e inició su instrucción en grabado bajo la tutela de Arturo García Bustos y Rina Lazo; cuando cumplió 17 años se trasladó a la Ciudad de México y en la Escuela de Diseños y Artesanías recibió cátedra de Guillermo Silva Santamaría, Francisco Dosamantes y de Castelar. Para la edad de 19 años ya había realizado sus primeras exposiciones en Fort Worth, Texas, y en territorio nacional.