Interiores | Carlos López Arriaga
Cd. Victoria, Tam.-Â Impotencia generalizada. Como tantas veces ha ocurrido en escuelas norteamericanas, el pequeño asesino de Torreón perpetró, certero y puntual, la masacre y luego se quitó la vida, dejando a las autoridades con un palmo de narices.
Minimalismo habemos, sin ganancia ni utilidad material alguna que indagar, alguien dispara, otros mueren, caen heridos, no hay propósito ni causa visible.
Tampoco venganza identificable, es violencia cruda y desnuda, huérfana de contexto explicativo.
Presentes en la tragedia, agentes de seguridad, policías investigadores y personal del servicio forense se quedan mudos ante la simplicidad del evento, con los brazos caídos, la mirada vacía.
No existe conjura a descubrir, ni cómplices que investigar.
Tampoco motivos de orden político, ni nexo alguno con organizaciones mafiosas, ligas terroristas, ideologías totalitarias o movimientos subversivos.
Y no hay pista alguna posible porque todo lo que necesitan saber del caso está frente a sus ojos.
Olor a pólvora, cuerpos tirados con mayor o menor daño, pavor colectivo, punto.
¿Qué trabajo de investigación pueden intentar siquiera para responderle a una sociedad civil aterrorizada por la ejecución de una profesora y un puñado de escolares, el pasado viernes 10 de enero?
¿A quién podrían culpar, sobre qué símbolo de la maldad descargarán su reclamo, que descuido burocrático, injusticia, equivocación, abuso?
Lo único que hubo fue un aniquilador solitario de 11 años, pacífico, educado, buen estudiante, sin antecedentes de violencia.
¿Cómo se detectan esas psicopatías cuando su portador las trae empaquetadas bajo una máscara bien puesta de normalidad?
Al respecto, se escuchan voces de alerta, no necesariamente viables ni factibles.
-“No queda otra medida†(dicen) que “generalizar el operativo mochila seguraâ€, la revisión obligatoria que además podría incluir (comentan otros) filtros con rayos equis para detectar armas escondidas entre las ropas, como en los aeropuertos.
Al respecto debemos recordar que en Estados Unidos, eventos similares se han perpetrado desde afuera de las escuelas, al paso de la gente, en las inmediaciones, donde no hay revisión que valga.
EL DETONADOR
Enterado del asunto, el gobernador priísta MIGUEL RIQUELME culpó a un popular juego de video (“natural selectionâ€) de haber inspirado al pequeño homicida.
El solo nombre ya causa escalofríos. El concepto de selección natural, arrancado de su entorno biológico y trasladado a propósitos humanos genera una idiosincrasia sombría, el darwinismo social, la supervivencia del más fuerte.
Es la doctrina favorita de los grupos supremacistas norteamericanos y está presente de muchas maneras en los portadores del discurso armamentista.
Son los héroes de guerra que vomita año con año la industria de Hollywood. De gran impacto, por cierto, en los videojuegos, desde los primitivos ATARI y NINTENDO hasta los posteriores PLAY STATION y XVOX.
Su carácter adictivo está ligado precisamente a la adrenalina. En ambientes gráficos hiperrealistas como los que proporcionan las tarjetas NVIDIA, tiene un alto impacto emocional.
La experiencia de perseguir y ser perseguido, derribar adversarios con armamento virtual del más diverso, pistolas, fusiles de asalto, morteros, bazucas, granadas, misiles.
Y aunque las declaraciones de RIQUELME provocaron burla y condena en redes sociales, definitivamente algo sabe este Ingeniero en Sistemas Computacionales nacido (precisamente) en Torreón, en 1970.
Lo cual significa que pertenece a la generación de adolescentes que cambió el trompo y el balero por las consolas de videojuegos.
De sobra está decir que no hay juguete ingenuo. Especialmente los que vienen de la Unión Americana, lo cual aplica a rifles de plástico pero también a productos de entretenimiento digital, virtual, la violencia que se ejerce en la pantalla de cristal.
Sus guiones son los del cine hollywoodense más vulgar. Estado de guerra permanente, batallas sin cuartel donde no hay perdón ni piedad posibles y la única salida exitosa se finca en el aplastamiento del adversario.
Así en Vietnam, como en Afganistán, en el Golfo Pérsico o en la saga de “Rápido y Furioso†(The Fast and the Furious) o las franquicias de Marvel Comics. Todo tiene su equivalente en los juegos de video.
Lo ocurrido, pues, en el colegio “Cervantes†de Torreón fue una masacre muy americana.
De manera inevitable nos remite a la matanza registrada en la preparatoria de Columbine, Colorado (1999) donde uno de los mozalbetes agresores (ERICK HARRIS) portaba una camiseta blanca con la leyenda “Natural Selectionâ€.
Es la subcultura de la brutalidad donde a cada generación, desde hace por lo menos 100 años, le ha tocado al menos una guerra donde ver ondear su bandera y caer a sus enemigos, reales o ficticios, para defensa y supervivencia del sueño estadounidense.
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