Colosio: los sembrados

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Golpe a golpe

 

Por Juan Sánchez-Mendoza

 

El lunes que nos antecede –marzo 23–, se cumplieron 26 años de uno de los homicidios polí­ticos que más han lastimado al pueblo mexicano.

El de Luis Donaldo Colosio Murrieta.

Pero encontrar al homicida intelectual del crimen no es prioridad de la Fiscalí­a General de la República (FGR) –hasta considero que tampoco fue nunca de la exista PGR–, por lo que su titular, Alejandro Gertz Manero, igual que sus antecesores, dejó pasar esa fecha pecando de omisión en torno al informe detallado sobre las pesquisas que la dependencia deberí­a ‘ofrecer’ año tras año… aunque sólo para justificarse ante la opinión pública el dí­a del aniversario luctuoso.

Creo que tampoco ha sido el propósito de Andrés Manuel López Obrador desempolvar tan escabrosa averiguación previa, pues serí­a tanto como aceptar incapacidad (como sus antecesores) para resolver uno de los crí­menes polí­ticos que más han agraviado al tejido social.

En su oportunidad, la misma indolencia exhibieron Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León, Vicente Fox Quesada, Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto en su ejercicio constitucional, aunque el primero debió esclarecer los hechos porque éstos se suscitaron, precisamente, durante el último año de su mandato –y no lo hizo–, heredando el problema a su sucesor y éste a quien lo relevó, quien hizo lo mismo y legó la ‘paleta’ a quien lo sustituyó en el cargo.

De cualquier forma es importante que ese atentado sea resuelto a plenitud, porque sólo así­ se descartarí­a la la hipótesis de que fue un crimen de Estado. Un veredicto ciudadano que lastima al Gobierno.

Y quizá, por esa misma razón, las pesquisas perduren congeladas a fin de que con el transcurso del tiempo el flujo de información se diluya y difumine, antes de entrar de lleno a los procesos electorales del 2022, ’21 y ’22.

En el aniversario luctuoso, sólo medios de comunicación masiva se ocuparon del asunto, aunque su aportación poco influya en la indagatoria oficial, por el notorio desprecio que contra la prensa muestra la Fiscalí­a encargada del caso.

Y es que hasta la fecha, nada creí­ble tiene que ofrecerle a la opinión pública ávida de confirmar el nombre de quien ordenara el artero crimen, aun cuando su identidad va de boca en boca.

De cualquier forma la instancia encargada de procurar justicia ya no ocupa su tiempo en el caso Colosio; tampoco asoma el menor interés en desempolvar la indagatoria; y sólo se sabe que el abogado defensor del homicida material, Mario Aburto Martí­nez, sigue insistiendo en que a su cliente se le reduzca la pena de 50 años, argumentando que se trató de un crimen simple intencional.

 

Testimonio eludido

Una trabajadora doméstica del matrimonio Colosio-Riojas, en su testimonio rendido ante la (entonces) PGR, acusó: “El licenciado Luis Donaldo llegó ese dí­a (6 de marzo de 1994) muy preocupado y con los ojos muy rojos, como si hubiera llorado; y después de ese dí­a fue citado en Los Pinos.

“Carlos Salinas de Gortari le dijo que serí­a retirada su candidatura.

“El licenciado salió de Los Pinos y comentó, al subir a su automóvil, que era conducido por su chofer Martí­n: ‘Ya nos llevó la chingada’… Y lo demás fue puro silencio en los dí­as siguientes; y el jefe se encerró hasta el 23 de marzo cuando fue acribillado en Lomas Taurinas (Tijuana)”.

Tras el homicidio, Miguel Montes Garcí­a, quien fue el primer fiscal especial para esclarecer el crimen, arremetió contra la esposa de Luis Donaldo, Diana Laura Riojas, quien exigí­a justicia al gobierno salinista, con estas palabras: “Diana Laura está doblemente frustrada, porque perdió a su esposo y porque no pudo ser la primera dama”.

Luego, la misma Diana Laura, fue presionada por Salinas de Gortari para que firmara una carta exculpando a Manuel Camacho Solí­s, pues la intención suya era que el ex regente citadino sustituyera a Luis Donaldo como candidato presidencial priista.

En primera instancia la viuda de Colosio no recibió a Carlos Salinas.

Pero él insistió hasta lograr platicar con Diana Laura y le extendió el escrito, a lo que ella –se consigna en el libro intitulado ‘Colosio: un año, ayer…–, respondió: “Déjemela, señor Presidente. La voy a ver y en todo caso yo lo llamo”.

Salinas regresó a Los Pinos, y en pocos minutos timbró el teléfono.

Era ella:

–Ya la leí­, señor Presidente, y le quiero decir que no soy tan generosa. En todo caso, que venga él (Camacho Solí­s) a pedí­rmelo.

Al dí­a siguiente Camacho le habló a Diana Laura.

Pero ésta le repitió que su generosidad no llegaba al olvido.

Por esto: Diana Laura sabí­a de las diferencias entre su finado esposo y Camacho; además de la preferencia de Salinas por éste.

Aún así­, la autoridad judicial sigue poniendo oí­dos sordos a lo que México entero sabe: quién es el asesino intelectual de Colosio.

¿Quién lo mató?

Han transcurrido ya 26 del homicidio de Luis Donaldo Colosio Murrieta –acontecido en marzo 23 de 1994–, pero ante la falta de interés por parte de la extinta Procuradurí­a General de la República (PGR) –hoy Fiscalí­a–, para dar con el paradero de los autores intelectuales, sólo queda recordar su ideario y congruencia polí­tica, diluyéndose así­ todo reclamo de justicia.

Esto lo entiende la estructura del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en sus tres ámbitos: nacional, estatal y municipal, por lo que, en las ceremonias luctuosas no anunció ninguna exigencia para desempolvar el grueso expediente donde, se presume, aparecen polí­ticos involucrados e investigadores policiales; tanto como efectivos de seguridad pública y del ya desaparecido Estado Mayor Presidencial.

Incluso, la hipótesis de que Mario Aburto Martí­nez –hoy aún recluido en el penal de máxima seguridad de La Palma (otrora Almoloya)–, no fue el asesino (pese a su confesión ministerial), como la de su padre Rubén, quien está exiliado en la Unión Americana, lo ha repetido desde hace un cuarto de siglo.

Esta indagatoria contempla otras versiones y lí­neas de investigación que tampoco han sido atendidas por la Fiscalí­a Especializada, porque así­ lo habrí­an dispuesto (cada cual en su momento) los entonces inquilinos de la residencia oficial de Los Pinos: Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León, Vicente Fox Quesada, Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto. De otra forma desde hace mucho habrí­an sido castigados quienes a Colosio le arrancaron la vida y, de paso, aniquilaron la esperanza de que se hiciera justicia social en México.

Le comento lo anterior porque el reo (acusado del crimen) insiste en que no fue él quien disparó contra el (entonces) candidato presidencial; y dice que es sólo un ‘chivo expiatorio’. Igual que su progenitor lo repite en cuanta entrevista concede.

Las dudas

Cuando Luis Donaldo Colosio Murrieta fue ultimado –en la fronteriza y populosa colonia Lomas Taurinas (Tijuana)–, al momento, fue detenido el asesino material: individuo moreno, de nariz afilada, cabello quebrado, pómulos resaltados, bigote ralo y un lunar en la mejilla izquierda.

Más tarde en la delegación de la PGR que en esos dí­as comandaba José Arturo Ochoa Palacios –posteriormente acribillado–, se presentó al sujeto presuntamente responsable del crimen –cuyas caracterí­sticas con el homicida eran similares–, pero… con rasgos fisonómicos un tanto más diferentes: rostro más grueso, de cabello lacio, sin bigote, moreno claro y sin lunar.

Y minutos antes, dijeron testigos en la misma delegación de la entonces PGR, fue liberado otro muy parecido a los anteriores, que resultó ser un agente del otrora Centro de Investigaciones y Seguridad Nacional (Cisen). Su nombre: Jorge Antonio Sánchez Ortega.

Al respecto, el investigador Humberto López Mejí­a, sostuvo que: “La conjura consideró en su planeación, buscar varias personas que tuvieran un gran parecido fí­sico y se habla de un sargento segundo del cuerpo de paracaidistas del Ejército Mexicano, que a veces suplanta a Aburto en la prisión de Almoloya”.

Sobre el mismo tenor vecinos de Lomas Taurinas dijeron haber visto a varios individuos (parecidos) descender de un vehí­culo horas antes del mitin priista, por lo que deducen que sí­ efectivamente, en esa paupérrima colonia, fueron ‘sembrados’ varios Aburto, que conscientemente tuvieron qué ver con el complot.

Con ambas versiones, cobra mayor fuerza la teorí­a de que un grupo de ‘clones’ fue preparado por siquiatras especializados para darle muerte a Colosio Murrieta, ya que sus movimientos fueron harto sincronizados.

Hasta el grado de que ‘ninguno’ de los judiciales ahí­ presentes pudo darse cuenta de la sustitución.

Entre los Aburto (o ‘clones’), detectados por el también ex perito de la existan Procuradurí­a General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF), hoy llamada Fiscalí­a de la Ciudad de México, siguen destacando:

1) Quien disparó en Lomas Taurinas, mientras sonaba ‘La culebra’;

2) El liquidado en un taller mecánico de Tijuana (Baja California);

3) Un agente del Cisen;

4) El que hoy está recluido en el penal de alta seguridad del estado de México;

5) Un egresado del Instituto Nacional de Ciencias Penales (INCP);

6) El agente de la Policí­a Judicial Federal (PJF), presentado por la PGR;

7) Un supuesto sargento segundo de paracaidistas; y

8) Otro sujeto aprehendido por narcotráfico en California, EU;

Y sobre los ocho, también, se han manejado varios nombres:

a) Mario Aburto Martí­nez;

b) Jorge Antonio Sánchez Ortega;

c) Antonio Martí­nez Estrada; y

d) Martí­n Antonio Gutiérrez Cantú (a) ‘El guamúchil’.

Lo cierto de todo esto, es que si observamos las fotografí­as de cada uno de estos ocho sujetos, podremos darnos cuenta de que sí­, son muy parecidos en sus rasgos fisonómicos, por lo que no resulta descabellado pensar que se trata de ‘clones’ adiestrados ex profeso.

Claro que los hay

La hipótesis de que hubo varios Aburto (quizá ocho) ‘sembrados’ en Lomas Taurinas, tiene vigencia al comprobarse que algunas instituciones siquiátricas de México experimentan con personas que, tras un proceso de entrenamiento, son convertidas en ‘clones’.

Es decir, en gente automatizada que adopta una misma conducta (y tiene caracterí­sticas fisonómicas similares no idénticas necesariamente y cuyas creencias y religión son estereotipadas), luego de recibir un lavado de cerebro.

Genéticamente los ‘clones’ son copias celulares o tejidos iguales.

Pero el término ya ha sido adoptado por centros de investigación, al servicio de la KGB o CIA, para distinguir a sus ejércitos robotizados, que no atienden más instrucciones que las de su ‘controlador’.

Y no es cosa nueva.

Se lo comento así­, porque después de concluida la Segunda Guerra Mundial, el doctor nazi Josef Mengele llevó a cabo un experimento –más conocido como ‘Los niños de Brasil’–, cuyo propósito era mejorar la raza alemana a través de la manipulación genética.

Pero igual de la manipulación ideológica.

Como su heredero en esta aberrante práctica surgió Cameroun.

Un médico que dio cobijo a investigadores alemanes en el Hospital McGuill, de Montreal (Canadá), donde se utilizaron como ‘conejillos de indias’ a nativos soviéticos, chicos y norcoreanos.

Esa práctica, según investigadores, igual se realiza en México.

Por eso no descarto que en el caso Colosio, hayan intervenido más Aburto.

Sobre todo si comparamos los cuatro rostros, al menos, ofrecidos a la opinión pública por la ya desaparecida PGR, sobre el homicida de Colosio.

¡Ah!, y por cierto, nadie tampoco nada dijo el lunes que nos antecede sobre la muerte de al menos tres personas que participarí­an en el equipo de seguridad de Luis Donaldo; los crí­menes de directivos policiales encargados de aclarar el homicidio y de los agentes ministeriales que conocieron del caso en su oportunidad.

Entonces, ¿hubo o no complicidad para cegarle la vida a Colosio?

Y así­ remato: ¿quiénes son los asesinos materiales e intelectuales verdaderos?

Es la pregunta que México entero se hace desde 26 años.

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