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Por: Carlos López Arriaga
Cd. Victoria.-Â Ciertamente, hay pluralidad de criterios en cuanto a la mejor estrategia gubernamental que México debiera adoptar ante la pandemia del #Coronavirus.
Entre diferentes posturas se debate hoy la opinión pública nacional, a ratos con mesura, otras con descalificaciones, en tono de reyerta, mezcla agridulce de odio y burla.
Entre dicho abanico de opiniones, destacan dos posturas contrapuestas, dos estimaciones, se diría que cálculos divergentes en cuanto a la peligrosidad del virus.
Por desgracia, afloran también con un toque partidista, polarizador, como si fueran trincheras irreconciliables: fifís de un bando, chairos del otro.
(1) LOS APANICADOS
Quienes califican el problema como de alto riesgo, con los ojos bien puestos en la experiencia china, italiana y española, convenidos de que México necesita adelantarse a los acontecimientos.
Empeñados en poner en marcha medidas masivas de prevención para evitar los horrores que redes y medios nos muestran de dichos países.
Es en esta esquina donde escuchamos advertencias sobre las debilidades del sistema de salud mexicano, en cuanto a la dotación de hospitales, camas, médicos, medicamentos y equipo básico como son los respiradores.
Las primeras imágenes de gente cayendo en las calles e Wuhan, China, fueron apenas un adelanto de la saturación de enfermos que hoy se vive en ciudades europeas, donde instalaciones deportivas han tenido que adecuarse como depósitos temporales de cadáveres.
Las redes están llenas de testimonios grabados con teléfonos celulares (selfis) desde el lugar de los hechos por mujeres (algunas de ellas doctoras) mexicanas, peruanas, colombianas, españolas, a las que les tocó la crisis italiana más dura, la de Lombardía, al norte de la península.
El consejo expresado con tono de apremio, urgencia, vehemencia, es uno solo: quédense en casa, para que no les ocurra lo que pasó en Europa, donde el exceso de confianza catapultó la propagación viral.
También sobreabundan opiniones de profesionales de la medicina, algunos urgenciólogos, otros epidemiólogos, opinando sobre la letalidad del virus y aconsejando lo mismo: no menospreciar el riesgo.
Ha dado vuelta en redes la crítica que la prensa alemana hizo sobre la aparente despreocupación de AMLO sobre el problema. Tema que fue también nota de portada en el semanario PROCESO.
Más recientemente, las imágenes que nos llegan lo mismo de Houston que de Los íngeles y Nueva York nos hablan de una emergencia sanitaria en toda forma, que difícilmente podría ser interpretada como farsa o teatro.
Los muertos son reales, al igual que el creciente número de contagiados, el desabasto de insumos médicos, la saturación de hospitales, la extensión de medidas extremas como el toque de queda, la orden dada a la población de guarecerse en sus domicilios.
(2) LOS MINIMALISTAS
En la trinchera opuesta se encuentran quienes creen que el problema ha sido sobreestimado. Que hay demasiado miedo y la población debería seguir llevando su vida normal, dentro de ciertos causes y con algunas precauciones.
En esta línea de pensamiento coinciden, al menos, tres mandatarios: el estadounidense DONALD TRUMP, el brasileño JAIR BOLSONARO y el mexicano ANDRí‰S MANUEL Lí“PEZ OBRADOR, cada cuál con sus respectivas variantes.
El darwinismo social de TRUMP y BOLSONARO lo explica todo. Creen a pie juntillas en la supervivencia el más fuerte y la paralela extinción de los organismos débiles.
Piensan que es ley de la vida y es función del Estado ayudar a que se cumpla con mayor celeridad. Cualquier cosa menos tocar el ritmo de los negocios.
Si por TRUMP fuera, tiendas, calles, parque, negocios y hasta los estadios seguirían operando, entre otras razones porque la marcha del dinero (y su dios protector el mercado) le importa más que las vidas humanas.
Si esto no se logra en Estados Unidos es por la solidez de su federalismo, la fuerza de sus gobernadores que, con clara determinación, actúan con criterios propios, al margen de lo que diga su Presidente.
En México, el presidente Lí“PEZ OBRADOR parece caminar en la misma dirección de sus homólogos de Estados Unidos y Brasil, aunque desde una postura que (al menos en teoría) se ubicaría como de centroizquierda.
ANDRí‰S MANUEL no explica demasiado, solo parece aferrado a la idea de que no serán las circunstancias las que le marquen rumbo a su agenda gubernamental, pues las decisiones se tomarán cuando él lo decida.
Apenas este jueves 26 de marzo, el subsecretario de Salud HUGO Lí“PEZ-GATELL se dignó anunciar la suspensión de actividades en las llamadas “áreas no esenciales†de la administración pública federal.
Queda para la historia que fue en esta semana cuando (por fin) Lí“PEZ OBRADOR procedió a ofrecer un vislumbre de sus acciones para enfrentar ambas crisis, la del COVID-19 y la resultante del desplome petrolero.
Todavía no precisa más. En su discurso meramente político se incrustan pequeñas porciones de realidad aumentada, dosis de criptología y puntos suspensivos.
Mensajes a medias donde el ciudadano tiene que adivinar el contenido y luego imaginar la parte faltante, como en una prueba de RORSCHACH o algún test de la GESTALT.
Al Presidente de México ahora le apoya el RICARDO SALINAS PLIEGO, dueño de Tv-Azteca, hombre agradecido por la ampliación de sus concesiones otorgada por el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT).
Feliz también porque su institución financiera (Banco Azteca) obtuvo por gracia (y sin concurso) el manejo de las cuentas para los programas sociales que otorga AMLO, entre otros subsidios otorgados vía cajero automático.
¿QUIí‰N TIENE LA RAZí“N?
Por fortuna, en un tiempo cortísimo (acaso un máximo de dos meses) cuando las etapas se agoten, sabremos en boca de quiénes reinaba la verdad final.
Y, también, si dicha verdad (tan veleidosa como es) se repartía en pedazos entre opiniones contrapuestas y diagnósticos aún por conocer. Los liderazgos están a prueba, habrá tiempo de comentarlo.
BUZí“N:Â lopezarriaga21@gmail.com
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