Golpe a golpe
Por Juan Sánchez-Mendoza
En varias secretarías gubernamentales, así como en Organismos Públicos Descentralizados (OPD’s) han surgido reproches de manera ‘anónima’, los más, a través de redes sociales, pues la burocracia de base, extraordinaria y de contrato se siente desplazada por algunos nuevos servidores públicos que recientemente llegaron a ocupar jefaturas, subdirecciones, direcciones, coordinaciones y hasta subsecretarías.
Además, se quejan del comportamiento altanero mostrado por quienes recientemente asumieron mandos superiores para dirigirse al personal, que en esas dependencias labora desde hace muchos años.
Ocurre esto, porque entre los apenas nombrados hay quienes carecen de humildad en el trato con sus semejantes, confirmando así que: ‘el poder marea, y el poder absoluto marea absolutamente’. Frase que, la vox populi, ha adecuado, de la siguiente forma: ‘el poder marea a los inteligentes, pero a los pendejos los enloquece’.
Quizá la prepotencia de algunos nuevos servidores públicos obedezca a un malentendido revanchismo político –no ideológico, porque, la mayoría, carece de principios doctrinarios–, en aras de agradar a quienes les dieron, por compromiso (o servilismo) la oportunidad a probar las mieles del poder; o en su caso retornar a la administración pública estatal.
Lo cierto es que, muchos de esos funcionarios petulantes, ya olvidaron que, durante meses –por recomendación de sus ‘padrinos’–, abarrotaron la oficina particular del entonces gobernador electo, Américo Villarreal Anaya, solicitando audiencia para tratar de venderle su experiencia.
Y a partir de su toma de posesión, ya como mandatario Constitucional, lo siguieron acosando, en Palacio de Gobierno, con cartas de presentación o recomendación en mano, tarjetas y, por supuesto, su currículo, en busca del empleo que ahora se les da.
Son profesionistas muchos, o quizás la mayoría. Inclusive, algunos ya con desempeño en el ejercicio público; y otros, por primera vez, pretenden incursionar en las esferas del poder.
Ahora también asoman burócratas que resultarían víctimas del relevo, institucional, damnificados de los grupos políticos en decadencia y uno que otro saltimbanqui.
Hay quienes pasan largas horas haciendo antesala en las oficinas del mandatario o de los secretarios, en busca de la oportunidad, aunque ésta no sea de la jerarquía requerida o que consideran merecer.
Lo importante, para ellos es ser enlistados en la nómina oficial y estar vigentes, pues en tiempo de crisis y desempleo cualquier ‘hueso es bueno’.
Obviamente, sé, no faltan las llamadas telefónicas ni las peticiones directas de políticos y personajes ‘influyentes’. Esos que, consciente o inconscientemente, hacen abrigar expectativas a quienes de una u otra forma les han servido y aún creen en sus falsas promesas y su hueca palabrería.
En situaciones óptimas, la administración pública permite a cualquier alto funcionario integrar su propio equipo de trabajo, con la gente que le es afín. Y regularmente la coloca en los puestos clave de mando y de toma de decisiones, porque con ello, se dice, garantizaría una dinámica de trabajo adecuada; alcanzaría los objetivos y metas planteados; y tendría la seguridad de que no habría escurrimientos informativos ni deslealtades por parte de sus colaboradores.
Pero la realidad, siempre ha sido distinta.
Método selectivo
De acuerdo a lo observado, la nueva dinámica que pudo haberse aplicado en la contratación del personal de confianza, es que los jefes enfrenten el reto de conocer sobre la marcha el nivel de profesionalismo, eficacia y eficiencia de sus subalternos, pues muchos (de ellos) pertenecen a la administración anterior, provienen de otras cofradías, llegaron en base a negociaciones, o simple y llanamente, porque así conviene al funcionamiento del sistema.
Por tanto, los nuevos integrantes de la jerarquía gubernamental, admítase o no, están en todo su derecho de hacer un diagnóstico acerca de la experiencia y aptitudes de los recursos humanos que contrataron. E, incluso, podrían someterlos a evaluaciones a fin de evidenciar la calidad o deficiencia en su experiencia profesional, para entonces sí tomar las decisiones más acertadas.
Sería la mejor política en lo que toca a la administración del personal con que se cuenta y de los nuevos servidores públicos que habrán de contratarse en el transcurso de este mes y el subsecuente.
Sobre todo, si tomamos en cuenta que los integrantes del gabinete fueron seleccionados de manera rigurosa acorde al perfil, conocimiento y experiencia profesional requeridos en cada dependencia, según lo ofrecido por Américo.
Riesgo de improvisar
Reza un dicho popular que ‘echando a perder, se aprende…’
Pero en esta situación tan delicada y sensible como es la de concretar a cabalidad un proyecto de gobierno para confeccionarlo con las propuestas del propio pueblo tamaulipeco, las improvisaciones constituyen inercias que podrían retardar el cumplimiento de compromisos, lo que irremediablemente impactaría (para mal) en la imagen de la administración.
Sabedor de lo aquí consignado y basado en su conocimiento del manejo de personal y de que el trabajador debe adecuarse al puesto, no el cargo al empleado, seguramente el nuevo titular del Poder Ejecutivo, asesorado por sus colaboradores más cercanos, revisó las áreas donde ya definió nombramientos.
Esto, sin embargo, no significa que no se hayan colado ‘prietitos en el arroz’, aunque la eventualidad de que haya improvisados en los niveles de mando, se reduce en forma considerable.
No olvidemos que en toda organización el principal recurso es el humano. Y si éste falla, difícilmente se alcanzarían las expectativas trazadas.
Ello también, repito, repercutiría inevitablemente en la imagen del gobierno.
En fin, cada secretario tendrá que atender su propia problemática.
Cicuta
Con miras al Senado de la República, cuya elección tendrá lugar en 2023, el dirigente estatal albiceleste sice que su candidato sería Francisco Javier García Cabeza de Vaca.
¡Vaya forma de seguirlo empinando!
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