Por Carlos López Arriaga.
Cd. Victoria, Tam.- Cierto es que el panorama opositor para 2024 se observa poderoso en argumentos pero muy pobre en figuras que puedan encarnar, encabezar, representar los anhelos de ese vasto y diversificado abanico de fuerzas adversas al obradorismo.
Muy flaca la caballada, mire usted. Por Acción Nacional asoman su dirigente MARKITO CORTEZ MENDOZA, el excandidato RICARDO ANAYA CORTÉS, los gobernadores MAURICIO VILA DOSAL de Yucatán, MANU CAMPOS GALVÁN de Chihuahua y MAURICIO KURI GONZÁLEZ de Querétaro. También la senadora LILLY TELLEZ GARCÍA.
Por el PRI luce igualmente escuálida la lista. Empezando con BEATRIZ PAREDES RANGEL, exgobernadora de Tlaxcala y el tampiqueño JOSÉ ÁNGEL GURRÍA TREVIÑO, excanciller, extitular de SHCP y actual secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Sin olvidar al regiomontano IDELFONSO GUAJARDO VILLARREAL, exsecretario de Economía; ALEJANDRO MURAT HINOJOSA, gobernador de Oaxaca; CLAUDIA RUIZ MASSIEU, excanciller y expresidenta nacional del partido tricolor y ENRIQUE DE LA MADRID CORDERO, exsecretario de Turismo.
Importa precisar aquí (ojo) que no son sus capacidades como probables gobernantes lo que estaría en duda, tan solo su competitividad electoral. Esto es, sus posibilidades de triunfo frente a la aplanadora morenista.
Ubicándonos hoy en el más crudo de los realismos, para derrotar a MORENA en 2024 se necesita un candidato feroz, un tragaldabas que cabalgue sobre torbellinos, masque clavos y escupa lumbre. Nadie de los arriba mencionados tiene ese perfil.
Son gente demasiado convencional y hasta comodina. De escaso impacto en el México profundo, la base más amplia de la pirámide social donde reina el obradorismo.
LA OPCIÓN NARANJA
Y bueno, quedaría como excepción el discordante caso de Movimiento Ciudadano, el partido naranja donde manda el chamán veracruzano DANTE DELGADO RANNAURO.
Hasta donde se alcanza a ver, son tres sus barajas. El gobernador de Jalisco ENRIQUE ALFARO ROJAS, el de Nuevo León SAMUEL GARCÍA SEPÚLVEDA y el alcalde de Monterrey LUIS DONALDO COLOSIO RIOJAS.
Un análisis frío nos lleva a pensar que solo el primero tiene posibilidades de abanderar a su partido, si consideramos que SAMUEL está inhabilitado por la locuacidad y el poco seso de su mal gobierno.
Y también por declaración del propio DANTE quien la semana pasada lo descalificó de la carrera presidencial al recordarle que su compromiso principal es con Nuevo León.
En cuanto al ingeniero ALFARO, empezó con muchos bríos su administración en 2018, mostrándose como un político fajador y propositivo en sus divergencias con el presidente LÓPEZ OBRADOR.
Pero esto fue al principio. Al paso de los años su figura se ha ido opacando, ha sufrido desgaste, se piensa que por su fracaso en materia de seguridad ante el poderío avasallante del llamado Cártel de Jalisco de Nueva Generación (CJNG).
Solo queda COLOSIO y justo es decir que representa un interesante fenómeno mediático el que una figura tan pálida pinte en los primeros lugares de las encuestas nacionales, abajito de los morenistas SHEINBAUM y EBRARD.
Pero no nos engañemos. El secreto está en la marca, el branding. La magia de ese nombre que nos remite a su señor padre, el mártir de Lomas Taurinas LUIS DONALDO COLOSIO MURRIETA.
Por eso el muchacho pinta en las encuestas. Aunque no vemos qué clase de impacto pudiera cosechar en una eventual campaña presidencial una personalidad tan endeble como bisoña. Lo estarían mandando a perder.
En Monterrey, quienes lo quieren bien le han dicho que por favor termine su periodo como alcalde, antes de pensar en otra cosa. Y luego que se encamine hacia la gubernatura neoleonesa en 2027 y entonces (solo entonces) desde ahí busque perfilarse hacia la elección presidencial del 2030.
Pierden su tiempo quienes lo proyectan ahora. Está verde, se pasa de verde y sería un verdadero desperdicio malgastar el ascendente capital político de Movimiento Ciudadano en una candidatura así.
MIDIENDO FUERZAS
En todo caso, el MC tendría este 2024 opciones más interesantes con miras a un proyecto amplio que sume tareas y propósitos con otras fuerzas políticas.
Por ejemplo, con los aspirantes del partido guinda que habrán de quedar en orfandad luego del proceso interno. Por citar dos casos harto probables, MARCELO EBRARD y RICARDO MONREAL.
Haciendo cuentas, MORENA tiene ahora 20 gubernaturas propias y 2 gobiernos aliados (Morelos del PES y San Luis del PVEM). Esto es, 20 más 2. Con dichos 22 territorios se encamina MORENA a su cita del 2024.
Aunque también tiene la opción de incrementar su cobertura el próximo 2023, cuando se disputen Coahuila y Estado de México, entidades en manos del PRI.
Si MORENA gana una de esas dos elecciones, serán entonces 21 más 2, es decir, 23 estados. Si gana los dos procesos serán 22 más 2, es decir, 24 estados dominados por el obradorismo. Lo cual representaría las tres cuartas partes de las 32 entidades federativas.
Aquí es donde cabe recordar lo que nos dijo un día un operador del PRI, en materia de escenarios: “cuando no tienes buen candidato le apuestas a la estructura”.
Es lo que MORENA está tratando de asegurar, su capacidad de operación sea quien sea el candidato. Haiga sido como haiga sido la consulta interna. De ese tamaño es el reto de la oposición mexicana.
En esta columna me permití decir hace algunos meses que si para enero del 2023 la alianza opositora no tiene plataforma común, proyecto sólido y candidato plenamente consensado, su derrota será inevitable. Ya falta menos y esto debiera preocuparles.