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Por Carlos López Arriaga
Cd. Victoria, Tam.- En verdad, son poquitas las ganas que se observan en los fiscales panistas IRVING BARRIOS MOJICA y RAÚL RAMÍREZ CASTAÑEDA para encaminar (aunque sea con un empujoncito) alguna causa chica, mediana o grande, que apunte hacia las corruptelas cometidas por la pandilla albiazul que acaudilló el exgobernador CABEZA DE VACA.
Porque ganas, lo que se dicen ganas, no traen. No los quieren tocar ni con el pétalo de una rosa, a riesgo de algún reclamo, recriminación, regaño, reprimenda de su verdadero jefe (o del hermano senador) con quienes la comunicación sigue viva y actuante por la vía del #WhatsApp.
Aunque nada de ello debiera ser pretexto para que la contraloría se desanime. Los mismos titulares de las secretarías y organismos descentralizados tienen la obligación de promover denuncias y causas penales en todas las irregularidades encontradas dentro de cada área.
Si los fiscales cabezones hacen caso o no, será otro cantar. Es muy claro el conflicto de intereses que hoy los tiene atrapados entre dos opciones irreconciliables.
Cumplir la ley es un imperativo que choca con sus compromisos de carácter personal, partidista y acaso de negocios con sus amos albiazules. La disyuntiva es clara.
O bien permanecen (como hasta ahora) leales al viejo establo panista pero incumpliendo con ello la responsabilidad encomendada. O en verdad cumplen con las obligaciones de ley, tomando distancia de sus añejas complicidades. Opción, esta última, poco probable.
Lo mejor que hoy podría hacer el gabinete americanista es remitir el mayor número posible de denuncias por el sinfín de corruptelas ya mencionadas en su primer informe por el Jefe del Ejecutivo.
Expedientes y más expedientes, caso tras caso, hasta formar montañas de documentos, si ello fuera necesario. A ver si en verdad los encargados de combatir la corrupción tienen disposición real de cumplir con su cometido. O es necesario turnar sus casos ante la mayoría legislativa.
Entre otras razones, para poner en evidencia ese tortuguismo faccioso y la correspondiente inacción deliberada que despiertan un olor insoportable a contubernio.
Oiga usted, la devastación ha sido tan evidente y el saqueo tan obsceno que resulta anormal, incluso patológica esta demora que hoy vemos en el reclamo tamaulipeco de justicia.
LOS FULANITOS
Y bueno, necesario es mencionar que deambula por ahí, entre elevadores y pasillos, una pandilla de operadores chiquitos en los terceros y cuartos niveles que (quizás por su pasado tricolor) se demuestran partidarios del borrón y cuenta nueva, pregoneros de un perdón que parece esculpido en dólares. Burocracia acomodaticia.
La misericordia como presunta estrategia en aras de no sé qué suerte de paz institucional. Al respecto importa recordar que el viejo refrán de “al enemigo que huye, puente de plata” solo aplica bajo condiciones objetivas donde el adversario (en verdad) se bate en retirada.
Caso muy distinto el de este opositor rabioso que no parece haber saciado sus apetitos de poder con los seis años de ventarrón que administró. Y, peor aún, continúa merodeando por la geografía estatal, con miras a tomar por asalto nuevamente las instituciones de gobierno.
No puede haber “puente de plata” para un depredador nato que actuó con tanto dolo y se comportó de manera muy sucia, envenenando la vida institucional con modificaciones de última hora destinadas a boicotear el arranque del nuevo gobierno.
Un personaje que de manera por demás mezquina declinó asistir al cambio de estafeta, incumpliendo por primera vez en la historia contemporánea con la elemental responsabilidad de encausar el procedimiento de entrega y recepción.
Pero la pandilla de los fulanitos tiene memoria tan corta como su cuello, hablan y caminan despacito. Acaso por ello cabría preguntar a tales voces susurrantes cómo anda su esquema de lealtades. A qué intereses sirven con sus intrigas, acaso inspiradas en el reino de LILLIPUT..
Llaman prudencia a la debilidad, disfrazan de mesura a la tibieza más supina y etiquetan como negociación a lo que a todas luces demuestra ser claudicación.
Porque si lo que piensan es únicamente en salvar su pellejo complaciendo de manera furtiva a los que ya no están (a cambio de quién sabe que estímulos), pues hombre, tal conducta encaja en el concepto de traición o, por lo menos, deserción del proyecto guinda que (por si se les ha olvidado) es de transformación.