INTERIORES
Por Carlos López Arriaga
Cd. Victoria, Tam.- El alcalde jaibo CHUCHO NADER NASRALLAH se salió con la suya. Por regular, malo o bueno que haya sido su desempeño como edil, está dejando un recuerdito con su sello, firma y huella para muchas generaciones.
La gigantesca rueda de la fortuna frente a la Laguna del Carpintero, sobre la cual sus admiradores de los medios aún no se ponen de acuerdo si es la primera, la segunda o la tercera más alta de la República.
Aunque a todos se les llena la boca con la palabra “espectacular” y le llaman también “mega rueda”, para luego recordarnos que se trata de una inversión 100% privada y además provee a los pobladores de un distintivo visual que la equipara (dicen) con las metrópolis más avanzadas del orbe.
Dimensiones que provocan el éxtasis en personalidades de apellidos musicales como PEPE SCHEKAIBÁN Director de Servicios Públicos municipales y la diputada federal ROSA MARÍA GONZÁLEZ AZCÁRRAGA,
Ora, pues. Costó cinco millones de dólares, llevó cuatro años la construcción desde los primeros trazos hasta el corte de listón y el respectivo estreno esta semana.
Otras necesidades del puerto pueden esperar. Asuntos como pavimentación, bacheo, banquetas, vialidades o servicios públicos, agua potable, drenaje y alcantarillado.
El puerto jaibo ya tiene, pues, este aparatoso juguete, visible a millas de distancia, inspirador del aplauso espontáneo y la admiración de quien lo tenga enfrente.
El usuario de esas góndolas que se anime y logre selfies espectaculares con el verdor de sus humedales en calidad de marco y la masa de agua de fondo.
NUMEROLOGÍA TURÍSTICA
Las cantidades arrollan al lector, al televidente y el radioescucha más ingenuos, como las que hablan de una cimentación con mil 500 toneladas de acero y concreto, en una base piloteada a 30 metros de profundidad.
Y ese pararrayos (oiga usted) a prueba de tormentas huastecas que por sí mismo justificaría la gloria de un reportaje. La de ocho y en primera.
Argumenta CHUCHO que desde esas alturas es factible observar la laguna de Pueblo Viejo, el edificio de la aduana, los muelles, la refinería, la escollera y, por supuesto, playa Miramar.
Y las leyendas que nacen junto con la obra. Que las góndolas tienen diseño “extraterrestre” (sin importar mucho lo que signifique eso) o bien que no existe la número 13, solo la 12 y la 14, por alguna suerte de superstición asociada a dicho guarismo, observada antes en edificios modernos que tampoco tienen piso 13.
¿Detona esta costosa ruedota de entre 80 y 100 millones de pesos, el atractivo turístico de tan importante municipio, cabecera y puerto, hoy por hoy sobrado de razones suficientes para visitarlo?…
Los chicos del Grupo Premier, la empresa constructora, opinan que sí, el esfuerzo valió la pena, dará más de 100 empleos en principio, sin contar los vendedores ambulantes ni los taxistas.
¿Tampico salta a “otro nivel” con esta inversión?… Al menos de ello se ufanan, sin explicar (bien a bien) que significa ese “otro nivel” ni precisar (tampoco) el nivel anterior en el que se encontraba esta localidad antes de su inauguración.
COMPETENCIA OBLIGA
La idea no es nueva. En la capital británica, sobre la rivera del Támesis, existe desde el año 2 mil el denominado “London Eye” (¿ojo de Londres) otra rueda de esas magníficas (135 metros de altura, diámetro de 120) que además se presume, presenta, publicita como la más alta de Europa.
Una curiosidad que les llamen norias a estos armatostes que en el español mexicano son solo ruedas de la fortuna. ¿Norias?… Esto en el rancho significa otra cosa, aunque la redondez acaso los equipare.
Pero los chinos tienen otros datos, pues el gigante asiático presume que la “Estrella” de Nanchang supera todos los récords con sus 160 metros de altura, a la que luego habría superado el “Flyer” de Singapur con sus 165 metros, posteriormente rebasado por el “High Roller” de Las Vegas, Nevada (168 metros).
En el fondo, lo que nos dice tal ristra de datos y comparativos, es que alcaldes delirantes y socios derrochadores hay en todas partes, en los cinco continentes del globo terráqueo.
Escrito está que en la tercera década del siglo 21, Tampico entró de lleno a la categoría CCR (“ciudad con rueda”) a partir de su puesta en operación esta semana.
Lo cual significa que nada le tienen que envidiar quienes paseen, deambulen o visiten a sus similares del Reino Unido, China, Estados Unidos o Singapur.
Sin olvidar sus equivalentes en Monterrey, Puebla o León. En todas abundan expertos espontáneos que (estadística en mano) veneran lo local con calificativos extraordinarios.
La de Puebla, por ejemplo, se ampara en el libro GUINESS de récords para decir que (dentro de la categoría de ruedas portátiles) es la mayor del planeta con su diámetro de 69.8 metros y su altura de 80 metros.
¿Portátiles?, ande usted, ruedas ambulantes, en renta pues, susceptibles de ser desarmadas y trasladadas a dónde el dinero y la política quieran y puedan pagarlas.
En la capital neoleonesa, los regios (¡Ah, los regios!) manejaron argumentos similares para celebrar la grandeza de sus capacidades tecnológicas expresada en la rueda de Parque Fundidora con 42 góndolas y 60 metros de altura.
Aunque Tampico (permítaseme volver al tema central de esta columna) el puerto jaibo del señor NADER, tiene la única rueda (ruedota, noria, estrella, ojo giratorio) autorizada por una civilización extraterrestre. Al menos eso dicen los vendedores de souvenirs y baratijas en Playa Miramar y acaso nada nos impida creerles.
BUZÓN: lopezarriagamx@gmail.com
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