Dr. Jorge A. Lera Mejía
El esquema de trabajadores migrantes en los Estados Unidos, en el que sólo se contrataba a la gente para la realización de trabajos relacionados con el campo, quedó roto hace por lo menos cinco años. Incluso después de que imperó en las zonas agrícolas, donde los migrantes recolectaban tomate, naranja, hortalizas y otros productos, se extendió del campo a los suburbios y grandes ciudades del lado americano.
Ahora predominan migrantes con mayor capacitación técnica y profesional, pertenecientes a clases medias.
Lo anterior ha permitido un crecimiento en el empleo de hombres tanto en las labores agrícolas, como en los sectores de la construcción, industria, comercio y servicios. Ha permitido también el involucramiento
de las familias, al realizar actividades en restaurantes, hotelería, cuidando menores de edad, comercios e
industria en general.
De acuerdo al Banco de México, el crecimiento en las remesas de Estados Unidos a México es tan elevado que ya se cumplen 4 años que superó a la Inversión Extranjera Directa (IED), generada por las empresas que vienen a invertir.
Es en 2019 cuando el flujo de remesas a México nuevamente superó a los montos de la IED, y año con año esta brecha ha aumentado en favor de las remesas.
Aparte de ello, y conscientes de que las remesas no representan inversiones, cerca del 30% de la población en el país sobrevive directa o indirectamente de lo que envían en dólares sus familiares trabajando en los Estados Unidos.
Desafortunadamente, la elevada cantidad de remesas que se envía a México es de migrantes que se fueron del país ante la carencia de un empleo digno y remunerativo, como toda persona lo requiere. Cada día afecta más la llamada fuga de mano de obra, y más reciente, las fugas de cerebros y capital humano.
Esto representa una clara movilidad de fuentes laborales desde México al exterior, y al largo plazo significa la sangría de generaciones claves para la generación interna de la riqueza y el capital.
Se estima que la población mexicana al cierre del año 2022 supera los 130 millones de personas, según datos proporcionados por el INEGI. Además, al considerar las diásporas de mexicanos que residen tanto legal como ilegalmente en los Estados Unidos, se suma un número significativo de personas.
Se estima que, una población total de casi 57 millones de latinos en los Estados Unidos, más del 63 por ciento tiene origen mexicano, lo que equivale a más de 38 millones de personas (INEGI, 2022).
Esto significa que aproximadamente 12 millones de personas nacidas en México residen y trabajan en los Estados Unidos. A esto se suman otros 26 millones de personas que son de segunda y tercera generación, es decir, son hijos o nietos de mexicanos, aunque no hayan nacido en México. Esta cifra se deriva de la reforma al artículo 30 de la Constitución en materia de nacionalidad, publicada en el Diario Oficial de la Federación el 17 de mayo de 2021. Esta reforma establece que son considerados mexicanos por nacimiento aquellos que nazcan en el extranjero, pero sean hijos de padres mexicanos, ya sea de madre mexicana o de padre mexicano, según lo indicado por la Secretaría de Gobernación (SEGOB, 2021).
En conjunto, estas cifras suman un total de 38 millones de ciudadanos en diáspora fuera del país. Los mexicanos de primera hasta tercera generación en EEUU representan aproximadamente el 11% de la población norteamericana.
Los 38 millones de México-norteamericanos representan más del 29 por ciento de la población mexicana que todavía reside en territorio nacional.
Estas diásporas están adquiriendo cada vez más importancia tanto
política como económicamente tanto en Estados Unidos como en México, y poseen un potencial económico
significativo que se refleja en cerca del 60 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) de México y aproximadamente el 10 por ciento del PIB de los EEUU.
Los mexicanos, incluyendo a aquellos de segunda y tercera generación, contribuyeron con el 8% del PIB de los Estados Unidos en 2012, y esta cifra ha aumentado a más del 10% en 2022 según la Fundación BBVA Bancomer (2022).
Además, se destaca que el 40% de las empresas que figuran en la lista Fortune 500 fueron fundadas por inmigrantes de primera y segunda generación, y estas empresas generan alrededor de 10 millones de empleos.
Como muestra de los avances en las negociaciones, reformas, migración y el T-MEC, durante la visita de abril de 2022, la Subsecretaría del Trabajo de Estados Unidos, Julie Sue, destacó que se habló de la importancia de los buenos empleos como clave para abordar este desafío.
Es fundamental garantizar que
los trabajadores tengan la opción de trabajar con dignidad, ganar un salario decente, contar con la representación de un sindicato de su elección y hacerlo desde su lugar de origen.
Actualmente, se está considerando la posibilidad de explorar alternativas viables en el marco del T-MEC para ampliar la migración laboral regulada mediante los programas de empleos temporales H-1B, H-2A y H-2B. Esto implica duplicar el número de visas temporales disponibles, ya que las actuales 100,000 de las H-2A y las 66,000 de las H-2B no son suficientes para dar cabida a los números actuales de migrantes que se encuentran en la frontera norte de México, estimados de manera conservadora en más de 100,000
personas.