Bajo las luces neón del circuito de Las Vegas, los tiempos en que la Fórmula 1 parecía destinada a una pequeña audiencia en Estados Unidos, donde los aficionados preferían las carreras de Nascar e IndyCar, quedaron atrás. Con todos los focos sobre la principal avenida de la capital del juego, el mexicano Sergio Pérez aseguró el subcampeonato mundial de pilotos con el tercer lugar en una de las cronometradas más imprevisibles de la temporada.
El neerlandés Max Verstappen celebró su victoria 18 mientras el monegasco Charles Leclerc, de Ferrari, con un rendimiento excepcional en la última vuelta, terminó en la segunda plaza.
Existían dudas sobre si el circuito de 6.2 kilómetros, con sus curvas cerradas y sus largas rectas, podía ofrecer el tipo de carrera que los aficionados y pilotos quieren ver. Los problemas en los ensayos libres no eran alentadores. La gente viene aquí y se convierte en un aficionado, pero ¿de qué?, preguntaba Verstappen horas antes de una fastuosa ceremonia de bienvenida. Quieren ver a su artista favorito, tomarse unas copas y salir a divertirse como locos, pero en realidad no entienden lo que hacemos.
En la primera vuelta sobre un asfalto prácticamente frío, la serie de infortunios se multiplicó. Fernando Alonso perdió el control de su Aston Martin y dio vueltas de trompo, provocando roces entre varios pilotos; Lando Norris, de McLaren, sufrió el mismo problema, pero se estampó contra el muro de contención y obligó su abandono en la tercera vuelta; otra batalla libraron Verstappen y Leclerc, quien patinó por fuera de la pista al verse atacado de forma abrupta por el neerlandés.
Miles de aficionados peregrinaron en multitud para disfrutar de la penúltima parada del calendario; entre ellos, un nutrido contingente de mexicanos que cruzó la frontera con el fin de apoyar a Checo Pérez en su batalla por el segundo lugar del campeonato de pilotos. El mexicano quedó eliminado en la Q2 y salió desde el lugar 12, detrás de su perseguidor Lewis Hamilton (Mercedes, 8°), llevando su carrera hasta el podio con ayuda de las banderas amarillas.
El Gran Premio de Las Vegas, que ya hospedó dos pruebas en 1981 y 1982 en el aparcamiento del mítico casino Caesars Palace, fue el tercero de la temporada en Estados Unidos tras las ediciones de Miami, Florida, y Austin, Texas.