EL PODER: PESOS Y CONTRAPESOS.

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DESDE ESTA ESQUINA.

MELITON GUEVARA CASTILLO.

10.01.2024.

 

 

 

En el ámbito de la política existen varias definiciones que permiten entender una forma de concebir el objeto. En este caso, quiero referirme al poder. La definición clásica, de Max Weber, establece que es la capacidad que tiene una persona para imponer su voluntad a otros, aun en contra de su propia voluntad. En otras palabras: lo haces porque lo haces. En este sentido es como decir que, si alguien amenaza, debe tener la capacidad de cumplir con la misma, precisamente, para lograr su propósito.

 

En otra coyuntura se dice que el poder es una relación de fuerzas: en un contexto dado, quien es más poderoso, tiene capacidad para hacer lo que le venga en gana. Es lo que hacía, digamos, el PRI cuando ejercía su democracia perfecta o, como decía Daniel Cosío Villegas, era la monarquía sexenal hereditaria. Este contexto se fue diluyendo en la medida que la oposición fue creciendo y se construyeron, en palabras de Montesquieu, el padre de la división de poderes, una serie de contrapesos al poder.

 

ABUSO DEL PODER.

La teoría de Montesquieu tiene sentido: quiere evitar el abuso del poder. Y al forjar la división de poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) fue claro en el esquema de distribución de tareas: uno da vida a las leyes, que es el legislativo; el ejecutivo se encarga de aplicarlas, en tanto que el judicial vigila que esas leyes no sean violadas. Y encima de todos, como ley madre, la Constitución; que establece la forma de gobierno, las competencias de los poderes y hasta el mecanismo para su reforma.

 

En realidad, en México la división de poderes ha sido formal, una ficción en la realidad: en el esquema priista, el Presidente determinaba quien era senador o diputado; así, los senadores recibían sus propuestas de Magistrados, y las aprobaban sin chistar. Los senadores debían el favor al Presidente; y los Magistrados igual: la explicación a este funcionamiento cuando se criticó la ausencia de autonomía, se alegaba que había un esquema de colaboración…por eso, en la práctica, nunca chocaban unos y otros… se entendían. Y el Presidente era, así, todopoderoso: el dueño de las vidas políticas.

 

OPOSICION Y CONTRAPESOS.

Cuando los pesos y contrapesos funcionaron fue cuando la oposición empezó a ganar terreno, al grado que obligo a que el Ejecutivo para lograr su gobierno, sus reformas, buscaba acuerdos con los partidos y legisladores: por eso, con Carlos Salinas se dieron las primeras “concertaciones”, arreglos pues con la oposición. Creo que faltaba hacer política, negociaciones, hacer acuerdos. Por eso Vicente Fox fue claro y contundente: que él, como Presidente, ordenaba y el legislativo disponía: lo que sucedió con una de sus propuestas presupuestales; el Legislativo cambiaba o modificaba, al grado que en la controversia constitucional “paralizaba esa parte presupuestal”.

 

El caso más sintomático de estos acuerdos, fue el acuerdo que Enrique Peña Nieto hizo con los distintos partidos políticos, para hacer la reforma energética: se magnifico, en su

momento, la capacidad negociadora y la actitud de los distintos partidos político de avanzar y no poner obstáculos. Ya en el gobierno de AMLO se conoció, por declaración de Emilio Lozoya, que ese acuerdo fue formado en forma corrupta: entregando fajos de billetes a senadores, grandes sumas de dinero, esquema que se difundió como una operación que tuvo su origen en sobornos con una trasnacional… fue corrupción, no consenso político.

 

AMLO Y EL PODER.

El Presidente AMLO se formó en la cultura del poder priista; y su lucha por obtener el poder lo llevo a conocer las entrañas del poder priista, así que ahora no puede sorprendernos que pretenda hacer una cosa parecida, obvio, sin cubrir las formas: que el Presidente, el Poder Ejecutivo, siga teniendo el poder y lo ejerza sin cortapisas… no busca colaboración entre poderes, quiere y se nota a luces, que haya una plena subordinación del Legislativo y el Judicial a la voluntad presidencial. Y, por lo que se ve, está a punto de lograrlo.

 

Esa es la coyuntura de la elección del 24: la definición del rumbo del país. Seguiremos siendo una democracia de mentiritas, que simula la participación de la ciudadanía; seguiremos siendo un Estado de Derecho, donde la ley se supedita al interés de la “mayoría”; seguiremos siendo un país, como decía Enrique González Pedrero, de un solo hombre, porque impone su voluntad… Es la decisión 2024.

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