DESDE ESTA ESQUINA.
MELITON GUEVARA CASTILLO.
En tiempos electorales se manifiestan con mayor intensidad los traidores. Siempre han existido, en todas las épocas y en todos los lugares; pero es en estas épocas cuando, unos y otros, de pronto se dan cuenta de cómo el o los traidores estaban a la vuelta de la esquina. Traidores porque, en política, debe prevalecer el interés social y no el particular. Y, en la práctica, los políticos olvidan su misión y se dedican a beneficiarse de todo aquello que huela a dinero.
¿Las organizaciones también traicionan? En teoría, por decir, los partidos políticos tienen una declaración de principios, unos estatutos y un programa de acción; se los exige la ley electoral, por eso vemos que en cada elección los partidos que van en coalición presentan ante la autoridad electoral la justificación formal para, digamos, juntar el agua con el aceite. Se distorsionan los principios básicos, se convierten en lo que no son, siempre, en aras de los intereses de sus líderes o de la camarilla en el poder.
REPRESENTAN A LA SOCIEDAD.
Los partidos políticos son organismos de interés públicos, según la Constitución Política del país. Tienen entre sus deberes promover la participación ciudadana y las prácticas democráticas. Y, de acuerdo a la teoría, representan al sector de la población que se identifica con su declaración de principios. Por eso, en primera instancia, había partidos políticos de derecha e izquierda; clasificación que se va diluyendo en la medida que, transformándose la población y la práctica política, aparecen otras opciones: partido laborista, partido democracia social, Verde Ecologista, del Trabajo, entre otros.
En México los partidos políticos han tenido una formación distinta. Por ejemplo, el actual PRI nació del poder, precisamente para que sus elites lo siguieran conservando; el PAN, en el siglo pasado, nació para ofrecer a la sociedad una opción de nación distinta a la que, en ese momento, significaba el Partido de la Revolución Mexicana: el socialismo del Gral. Lázaro Cárdenas. Luego aparecieron partidos satélites, como el PARM, hoy representado por el Verde, también los partidos de izquierda, como sería el PCM y el PRD. Hoy en día, los partidos políticos, no representan a la sociedad: representan los intereses del caudillo o de una camarilla en el poder.
LOS CHAPULINES.
En los tiempos del PRI, todopoderoso, el fenómeno de los chapulines fue todo un éxito. Por decir, había gente priista que hacían trabajo, pero el partido no los reconocía, y se cambiaban de partido y ganaban. Un ejemplo de eso fue Gustavo Cárdenas, el PRI dirigido por Antonio Martínez Torres tenía otro candidato y fue derrotado en las urnas. Al respecto se pueden consignar una y mil historias, entre ellas, la de Ricardo Monreal: el PRI no lo quiso de candidato a gobernador en Zacatecas y se fue al PRD, y gano la elección. En fin, hay otros, que no ganaron elecciones como Felipe Garza Narváez, que dejo al PRI porque ya no lo representaba, igual hizo Javier Villarreal, de Mante… entre otros, porque fueron muchos.
Hoy, sin embargo, la historia es diferente. El chapulineo, hagan de cuenta, es institucional, diría alguien, es por estrategia. Los casos más sonados es el de Eugenio Hernández Flores como de Maki Ortiz, serán candidatos a senador por el Verde; pero, hagan de cuenta, la historia apenas inicia, porque el Verde tiene en su lista de candidatos a otros políticos, como Carlos Canturosas, que fue panista, morenista y ahora es candidato del verde a una diputación federal. Y que me dice el aún alcalde de Matamoros, Mario Alberto López Hernández, de MORENA, pero que busca ser diputado federal por el Verde.
Los chapulines ya no son los candidatos. El traidor es el partido, el líder pues, que se presta a tener como candidatos propios, a los de otro partido, por dos condiciones: el Verde no tiene personalidades fuertes, con carisma o capital político, y el otro partido, en este caso MORENA, tan simple como que agandalla… así, más de sus miembros pueden ser candidatos y, hagan de cuenta, ganadores.
TODO POR LA 4 TRANSFORMACION.
El chapulineo de candidatos de un partido político a otro, usando al partido como un medio para apuntalar un interés político de camarilla, es consecuencia del plan c de AMLO: de ganar todo lo que se pueda, el chiste es tener mayoría legislativa, con diputados y senadores prestos a obedecer consignas, para que en el país solo impere la fortaleza de un partido político y la voluntad de una persona, en este caso, el o la Presidenta: hoy, para los diputados y senadores morenistas, es un honor estar con Obrador, cumplir sus órdenes… imagino que, al cambio de sexenio, dirán… es un honor estar con Claudia o seguirán diciendo Obrador.