Cuenta regresiva

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Golpe a golpe
Por Juan Sánchez Mendoza
Restan a la etapa proselitista de este proceso para la elección de ministros, magistrados y jueves, (con hoy) tres días que son insuficientes para animar la participación ciudadana; así como para remontar los momios vaticinados sobre el comportamiento poblacional.
En esta cuenta regresiva, es clara la ventaja de los candidatos oficialistas en esta lid, puesto que las estructuras promueven, dizque en secreto, la capacitación de cuadros y una estrategia para armar su participación en las urnas sin que ésta resulte notoria.
Hasta donde sé ninguno de los aspirantes ha visitado, frecuentemente, la demarcación de los distritos y/o localidades correspondientes a las áreas de influencia de las plazas pretendidos. Y menos los rincones apartados de las zonas de confort en que diseñan sus campañas en redes sociales, para llevar propuestas tangibles sobre la administración de la justicia, por saber que por prohibición del Instituto Nacional Electoral (INE) no tienen derecho a realizar actos masivos ni promocionarse abiertamente en la prensa.
Pero no se lo han hecho saber al electorado puntualmente, por lo que resultarían copartícipes del fracaso que se prevé.
El escenario, por cierto, también afecta a los aspirantes que participan sin padrinazgos políticos, aunque ofrecen en su opaca campaña solucionar la problemática que enfrenta el sistema judicial, como son la corrupción y el rezago, simple y llanamente para llamar la atención sobre las funciones que atañen a un juzgador.
Otros han dedicado su tiempo en denunciar las atrocidades de esta lid, como la participación de grupos fácticos, cuyo interés en imponer ministros, magistrados y jueces para evitar la persecución en contra suya –por ilícitos cometidos, que quede en claro–, y eso precisamente los ha distraído para aplicarse en su proyecto que, según observo, tampoco es garantía de nada.
Aquí un paréntesis: (Los poderes fácticos o grupos fácticos, se refieren a sectores de la sociedad que, al margen de las instituciones políticas o legales, ejercen una gran influencia en la toma de decisiones y la orientación de la sociedad. Esta influencia se basa en su capacidad de presión, recursos económicos, acceso a información y otros mecanismos que les permiten influir en la agenda política y las políticas públicas).
Lo malo, para este proceso, es que sus responsables de la contienda han errado el camino, hasta llevarla al hartazgo poblacional que amenaza con no acudir a las urnas ante la falta de información y el desconocimiento de los candidatos.
Advierto, por tanto, que la participación ciudadana será escasa, por la apatía propia hacia el proceso.
Han dicho las autoridades del INE y del Instituto Electoral de Tamaulipas (IETAM) que, en todo proceso electoral extraordinario, como sería éste, sólo vota el 15 por ciento de los ciudadanos que aparezcan en la lista nominal.
Coincido con ambas instituciones, aunque los pronósticos aprecias cifras más bajas. Hasta del 5 por ciento de participación ciudadana, respecto a la lista nominal que se ubica en +/- 100 millones de votantes en la actualidad.
Y me atrevo a advertir que, en esta ocasión, como siempre, el ganador será el abstencionismo.
Actitud triunfalista
Al menos los candidatos a juzgadores propuestos por el Poder Ejecutivo, que participan en el actual proceso, se muestran triunfalistas a siete días de la jornada comicial, pero ninguno se atreve a reconocer el por qué sus figuras mantienen un claro desinterés para alentar el voto ciudadano.
Eso ya mancha la justa, por un lado, y por otro también daña el proceso comicial la reprobable conducta de las autoridades electorales que con su pasividad se muestra torpe en el despertar de la conciencia ciudadana.
Aun así, nos quieren vender el cuento de que los candidatos y los órganos responsables del proceso le están echando todos los kilos para hacer de la elección un ejemplo de ejercicio democrático, como si el pueblo fuera tonto y no se diera cuenta del doble juego que unos y otro practican para desalentar su participación.
En el caso de los corporativos, se busca el crecimiento de sus candidatos mediante golpeteos contra los adversarios, en lugar de ofertar compromisos tangibles que pudieran convencer al electorado de ser la mejor opción.
Por otra parte, minan el interés ciudadano los dimes y diretes provocados por la guerra de descalificaciones; la debilidad de las campañas de posicionamiento y hasta el desprecio que el grueso de los aspirantes manifiesta hacia la prensa.
Más, en contra de la que no replica sus pronunciamientos y ha dado en denunciar connivencias entre los candidatos y grupos delincuenciales.

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