Interiores / Carlos López Arriaga
Cd. Victoria, Tam. Concediéndole, por supuesto, el beneficio de la duda, hay, sin embargo, elementos preocupantes en el perfil de la empresaria laredana YAHLEEL ABDALí para temer que este ascenso a la dirigencia estatal del PRI acelere su bancarrota final como partido.
Sensación no muy distinta a la que nos deja la ratificación autocrática de CLAUDIA RUIZ MASSIEU en la presidencia del CEN.
Ninguna de ellas se ganó el cargo por competencia interna. Son sillones sin liderazgo alguno que haya sido legitimado por la voluntad de las bases.
La otra palabra que suele emplearse en estos casos es la de dirigencia. Solo que esta se reduce a un cargo administrativo, cierto mando sobre un presupuesto minimizado por las derrotas.
Jerarquía superior dentro del aparato, más cercana en su grisura a una gerencia, donde no hay masas interesadas en escuchar o entrar en movimiento por acción de su palabra. Muy apenas darán órdenes a un reducido equipo de trabajo.
Pero les sirve (a las dos, YAHLEEL y CLAUDIA) como trampolín para seguir viviendo del erario. La señora RUIZ tiene seis años asegurados en la nómina senatorial.
La señora ABDALí tendrá opción de ubicarse en la primera posición de lista plurinominal, para convertirse en diputada local el próximo año, sin esforzarse mucho.
AL BAILE VAN
Ambas vienen de derrotas sonadas, vergonzantes. La tamaulipeca quedó en tercer lugar, por debajo de las fórmulas encabezadas por AMí‰RICO VILLARREAL (MORENA) y el panista ISMAEL GARCíA CABEZA DE VACA.
¿Puede una perdedora llamar a filas al priísmo para encarar con vocación de triunfo el compromiso electoral del próximo año?
En el caso de CLAUDIA, fue número dos del CEN (secretaría general) durante la fracasada campaña de PEPE TOí‘O MEADE. Tercer lugar también, bastante abajo de AMLO y ANAYA.
¿Qué capacidad de convocatoria puede tener este 2019 para encabezar proyectos ganadores en Aguascalientes (11 ayuntamientos); Baja California (gubernatura, 25 curules locales, 5 ayuntamientos); Durango (39 ayuntamientos); Quintana Roo (25 curules) y Tamaulipas (36 curules)?
Haciendo una suma de las sucesivas debacles en 2016 y 2018, el PRI de Tamaulipas se quedó sin gobernador, sin alcaldes (tiene 5 de 43), sin curules federales de mayoría (solo una de pluri), sin senadores (ni de mayoría, ni minoría, ni pluri).
A partir de diciembre, el tricolor tampoco tendrá presidente de la República, los tamaulipecos incrustados en el gabinete nacional (como BALTAZAR HINOJOSA) dejarán de ser un referente. Para colmo, quedarán cesantes todos los delegados federales.
¿Qué le queda, en firme, al Partido Revolucionario Institucional?… Solamente su bancada en la LXIII legislatura local (2016-2019), donde todavía conserva 11 de 36 diputados, poquito menos de un tercio.
Lo demás es un páramo, un desierto, donde PAN, MORENA y hasta proyectos menores como MC y PVEM buscarán crecer a costas (precisamente) del PRI.
En el plano nacional, la situación no pinta mejor para dicho partido. Sus encargados sonríen como si estuvieran en jauja, pero lo cierto es que el pasado mes de julio perdieron la presidencia y las nueve gubernaturas en juego, debiéndose conformar con 47 de 500 diputados y 13 de 128 senadores.
CONFORMISMO
Espíritus análogos, ambas mujeres llegan por dedazo, carentes de emoción social, sin proyecto de transformación, pero además (lo más patético) sin la menor conciencia sobre la extrema gravedad en que se encuentra su partido.
Ello, cuando la lógica más elemental exigiría una convocatoria abierta a su base más amplia de militantes para realizar un ejercicio profundo de autocrítica, replantear aspectos doctrinales, encarar los mil y un “porqués†de la derrota.
Pero nada hacen. Mire usted, sin autocrítica no puede haber diagnóstico sobre el estado que guarda el aparato de partido, en ambos niveles, estatal y nacional.
Y sin diagnóstico, sus respectivas plataformas para 2019 nacen huérfanas de estrategia. Ningún plan de renovación, refundación, reestructuración, nada.
Llegan, tan solo, a rascar los últimos sobrantes de la olla. Parecen muy conformes con la triste tarea de seguir administrando sus penurias, montadas en la decadencia y (peor todavía) beneficiándose de la ruina, en el plano más particular.
Hacer ronchita para sus muy personales proyectos. En el caso de RUIZ MASSIEU, seguir cobrando en la Cámara Alta mientras acaricia postularse por la gubernatura de Guerrero.
Para ABDALí, brincar del PRI estatal a la curul tamaulipeca de representación proporcional, en lo que se articulan alianzas para buscar la alcaldía de Nuevo Laredo.
Ambiciones comprensibles, por supuesto, aunque todo parezca indicar que entregarán a cambio el último suspiro de su partido.
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