Paso El Limón, Suchiate, Chis. El incremento de vigilancia militar en esta bulliciosa frontera fluvial con Guatemala ha disuadido a los migrantes que la solían cruzar desde tiempos más tranquilos, ya no digamos después de los pasados ocho meses, en que subió espectacularmente el flujo de personas que vienen con la brújula apuntando al norte. Desde aquí se distingue el puente internacional, a unos 500 metros, hoy casi desierto.
Algunos todavía lo intentan, pero resulta determinante el filtro tendido por decenas de efectivos de la Guardia Nacional (GN), un puñado de agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) totalmente a las órdenes de la GN, y varios miembros de la Policía Federal (PF) con el ánimo decaído a juzgar por su desgano, comprensible si recordamos que no sólo está en veremos su condición laboral, sino que su corporación ha estado muy bocabajeada últimamente. Se les nota incertidumbre. De todo el aparato de control desplegado aquí, sólo ellos se sientan para mirar melancólicamente al río que corre. Han conocido mejores tiempos.
A lo largo de la ribera izquierda del río Suchiate se despliegan con firmeza la GN, sus armas largas, sus chalecos antibalas, sus uniformes verde pixelado (o de camuflaje) y sus brazaletes con el águila nacional de frente, al modo decimonónico que ahora está de moda. Son de la Marina y el Ejército, juntos y casi indistintos, pero no revueltos. Los diferencian, aún, sus botas: las de los primeros son color cuero, las de los segundos negras.
Luis es de Tecún Umán y trabaja de camarero (lanchero de una balsa confeccionada con cámaras de llanta de tractor de las que cruzan constantemente el Suchiate). En su opinión, “está flojo el día, la gente tiene miedo de pasar, incluso los que sólo vienen de compras†en las afueras de Ciudad Hidalgo, sin intención de internarse más en el territorio nacional. Cobra 10 quetzales (25 pesos) por viaje. Cuenta que ahora la acción es como sigue: la gente procedente de Guatemala desembarca en Paso Limón y enseguida le cae la migra pidiendo papeles.
Los vecinos chapines suelen tener un permiso de paso. Si no lo traen, igual que los migrantes de cualquier origen, serán aconsejados de regresar e intentar el ingreso por el puente internacional. Un joven marino refiere que en este turno ningún migrante ha llegado aquí.
Algunos, como una familia haitiana ayer, optan por entregarse. Quien no acepta retornar será detenido, subido a los vehículos del INM, conducido a la estación migratoria de Ciudad Hidalgo, y allí, detenidos como están, podrán iniciar sus trámites de regularización. Siguen la espera, la desesperación o la deportación.
El capitán Elpidio de León se aproxima al reportero para practicar obvias relaciones públicas con la prensa. Muy cordial, admite que ha estado destacado en la zona militar de Tapachula de tiempo atrás, pero ahora es de la GN. Al igual que el resto de guardias castrenses (con una notable presencia de mujeres jóvenes), viste chaleco antibalas. Al parecer, en horas del amanecer les disparan desde la ribera derecha “para ahuyentarnosâ€, según otro militar. “Son los pollerosâ€.
Ha de haber por aquí una barata de camisetas azulgrana del Barcelona FC: muchos camareros, cargadores y hasta pasajeros traen los números de Messi o de Neymar Jr. en la espalda, como Genaro, también de Tecún Umán. ¿Camarero? le pregunto. “No, cargadorâ€, y gira en redondo para abarcar con los ojos la cantidad y variedad de productos que se embarcarán en las “cámarasâ€: bebidas energética, o dulces en botellas gigantescas, papel sanitario, frituras y golosinas trasnacionales, botesotes de leche en polvo, costales de arroz, frijol, azúcar, sal y alimento para perro que se apilan en torno suyo.
También montones de cerveza en lata, harinas de trigo o Maseca, pasta dental, champú, pañales desechables, huevos, cajas de cartón con grandes trozos de pierna de puerco, empaques al vacío con un “jamón de ave†de dudoso color y misteriosa materia prima, entre otros productos más.