‘El Pachuco y el Jaguar’, en pro de la naturaleza y contra la violencia

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Cd.México .- El penacho azteca y el sombrero tipo italiano con pluma en el ala, se encuentran frente a frente, como dispuestos a una refriega en plena Plaza de Santo Domingo.

Cuatro de un lado, cuatro del otro aguardan ansiosos mientras el viento los agita un poco. De pronto, las notas del Pachuco bailarí­n inundan el ambiente y convierten el espacio en una pista de baile. Las conchas, en las piernas de unos, suenan a ritmo de mambo. Los pantalones holgados, de los otros, se sacuden al compás de la danza.

Así­ comenzó una odisea en la que el tiempo mí­tico y el de este siglo se entretejen para dar vida a El Pachuco y el Jaguar, espectáculo teatral en el que desde la mitologí­a prehispánica se destaca el llamado a preservar la riqueza natural del planeta, en tanto que en lo mundano exige un alto a la violencia.

Adaptación de la novela de Everardo Lara

La adaptación de la novela Así­ no era la Era del Quinto Sol, de Everardo Lara, cobró vida en la mencionada plaza del Centro Histórico la noche del martes, donde su protagonista, un ser antiguo que cuida el Tiempo, pidió ayuda a dos alumnas de secundaria para evitar una catástrofe, pues el comportamiento indolente de los capitalinos en estos dí­as nos puede llevar a la destrucción.

La misión de las jóvenes es encontrar a “los elegidos –una suerte de gigantes– en el barrio Tepito”.

De este modo, quedan conectadas aquellas mí­ticas eras, en las que las intensas luchas entre Quetzalcóatl y Tezcatlipoca dieron origen a diversos universos, con estos tiempos del siglo XXI en los que la aniquilación se acerca debido a la ambición de unos cuantos, codicia y corrupción representadas en el personaje del senador Mario Arturo Torrado, quien para mostrar su poder y cerrar un trato ví­a telefónica ofrece: todo se vende. Si quieren centros arqueológicos o ceremoniales, nosotros se los damos.
í‰poca de resistencia

Pero ésta también es una época de resistencia, y la respuesta al legislador corrupto se escucha venir bajo la consigna ¡Sin maí­z, no hay paí­s!, con la que un grupo de jóvenes, liderado por los elegidos, se abre paso en medio de los espectadores mientras muestra pancartas con leyendas como Maí­z transgénico ¡traición a la Patria!, ¡Alto a la violencia! y Ni una menos, que representa a los miles que repudian un podrido sistema y que salen a las calles a defender sus creencias ideológicas y su identidad nacional.

Un espectáculo lleno de baile y humor (Ya me sentí­a Peña Nieto, diciendo pura pendejada, dice el senador Torrado, quien hace uso de aplausos grabados, porque como sabí­a que no iban a aplaudir, los grabé), en el que el vaivén entre el México prehispánico y el presente –también enlazados mediante la música, ya sea la salsa (baile) o las danzas ancestrales–, invita a la reflexión sobre la herencia cultural de las civilizaciones antiguas en territorio mexicano y los problemas que la modernidad genera en el mundo, como la devastación de los manglares.

Así­, con el Templo de Santo Domingo de fondo y bajo la dirección de Susana Meza, con producción de Virgilio Carrillo, los actores del colectivo Tepito Arte Acá Teatro con Identidad lo mismo interpretaron un canto a la madre naturaleza que organizaron la defensa del maí­z, como parte de la puesta en escena en la que, al final, el transgénico triunfó.

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