Covid-19: Responsabilidad E Ignorancia.

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Desde Esta Esquina.

Melitón Guevara Castillo.

Difí­cil pensar que nadie, pero nadie, sabe lo que estamos viviendo. El covid-19 llego para cambiarnos el mundo; nos cambió la vida, de golpe y porrazo, porque nos obliga a cuidarnos, a cuidar a nuestros familiares; pero, al mismo tiempo, nos golpea en lo económico. Así­ que, todos, invariablemente todos, ricos y pobres, seremos parte de una estadí­stica de afectados.

El contexto mundial es impresionante. Los vecinos del norte, los Estados Unidos, están viviendo prácticamente una guerra; sumas, no miles, tan solo Nueva York, en casos ya supero a España e Italia, en tanto que a los muertos los sepultan en una fosa común. Y van, solo allá, mas de 16 millones de desempleados.

CRUEL REALIDAD.

Desde un principio el Presidente AMLO estableció que es prioritario apoyar a los más pobres, a los desprotegidos. Es fácil, vaya pues, ordenar cierre de negocios, sugerir a los patrones que paguen sueldos completos; pero no es fácil, con aquellos que viven al dí­a, en el comercio informal, ellos no tienen, nada, pero nada de que agarrarse… y se ven obligados a salir.

Esta realidad choca y por eso vemos, principalmente en las ciudades grandes mexicanas, que no se puede evitar que una y otras personas salgan a la calle. Es un riesgo, quizá necesario, porque en términos de la pandemia es forzar un riesgo exponencial. Y es que, ya vieron los datos que proporciona Hugo Lopez-Gattel: los casos registrados hay que multiplicarlos por 12 y tenemos un aproximado de los contagios reales… así­ de simple.

RESPONSABILIDAD SOCIAL.

El gobierno, por lo que se ve, hace lo que puede con todo y sus carencias. Lo prueba que, sus propios empleados, han sido contagiados en un hospital. Este tipo de hechos son los que deben conducirnos a tomar conciencia: nosotros, solo nosotros, somos los que podemos evitar que lleguemos a un hospital. Las medidas que indica el sector salud son claras y especí­ficas:

La sana distancia, que inicia con el autoaislamiento, y que se prolonga fuera de casa, en caso de salir, por decir, al súper, a mantener las recomendaciones: solo una persona debe ir al súper o a la farmacia; no podemos andar visitando a los familiares, y, por otra parte, en el súper, guardar la distancia, tomar el gel que ofrece el guardia y, ahí­ también, guardar la sana distancia.

IRRESPONSABILIDADES.

¡Quédate en casa! Ha sido una y mil veces repetida por la autoridad, por muchos en las redes sociales. Sin embargo, hasta google ha documentado que los mexicanos somos los que menos hemos aceptado el autoaislamiento. Y, efectivamente, a partir del autoaislamiento voy viernes o sábado al súper, a comprar la despensa y soy testigo de cómo, al súper, llega toda una familia y el guardia se tiene que poner enérgico para que solo entre uno.

Gradualmente he observado, eso sí­, que ya va menos gente. La última vez que fui a Soriana Las Palmas, algo insólito: Doña Tota no tení­a ni un cliente. Sin embargo, hemos visto en la tv como en algunas playas se han dado incidentes: turistas que, pese a la prohibición, ahí­ están y hacen su escándalo, alegando que son libres, que están en un área pública… les vale, entonces, los dictados, las órdenes, de la autoridad.

LA VIDA SI VALE.

Decí­a José Alfredo Jiménez que la vida no vale nada. Y, efectivamente, hay momentos que decimos lo mismo, pero en un balance, al final, nos damos cuenta que si vale. Y vale, por eso debemos de cuidarnos. Son dos etapas: la primera, de evitar el contagio, es de nosotros; después, ya contagiados, la tarea es el Estado… pero, entiéndase, mientras seamos menos los que vamos al hospital, mejor nos pueden atender.

Yo amo la vida. Hace 25 años me diagnosticaron diabetes: a veces, como todos, me desinflo y por momentos, o dí­as, se me olvida, pero recapacito y retomo las reglas. Ya acepte que, si no me cuido yo, nadie lo hará tal y como yo puedo hacerlo. Igual sucede con el coronavirus: es responsabilidad, de cada uno, cuidarnos; cuidar a nuestra familia y, en la medida que se pueda, a nuestros semejantes.

La vida, vaya pues, se vive para disfrutarla.

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