Azotada por el COVID-19, Suecia defiende el no uso del cubrebocas

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Con 83 mil 958 casos, 5 mil 821 muertos y 57.15 decesos por 100 mil habitantes, según datos de la universidad estadounidense Johns Hopskins, Suecia, es uno de los diez paí­ses más afectados del mundo, detrás de paí­ses como EE.UU, Brasil, La India, España, Reino Unido, Italia o Bélgica.

La lenta caí­da iniciada en abril se aceleró con el verano y, tras un ligero repunte, se ha asentado la tendencia a la baja en nuevos contagios, con menos de dos muertos diarios y una tasa de reproducción del virus por debajo de uno.

Del exceso de mortalidad del primer semestre, el mayor en siglo y medio, se ha pasado a registrar menos decesos que la media de los últimos años, y en la última semana, solo hubo 16 casos por 100 mil habitantes, según datos oficiales.

“En Europa tenemos una evolución negativa en varios aspectos, una tendencia al alza en la que Suecia es la excepción. No hay muchos paí­ses con una bajada tan pronunciada como la que tenemos ahora”, dijo esta semana el epidemiólogo jefe de la Agencia de Salud Pública (FOHM), Anders Tegnell, la “cara visible” de la estrategia sueca.

Sin cubrebocas ni rastreadores
Y ahora ha vuelto a elegir su propio camino con los cubrebocas: mientras los otros han abandonado el escepticismo inicial y ya las recomiendan o imponen en transporte público, Suecia rechaza hacerlo, aunque no descarta que pueda aconsejar su uso más adelante.

Las autoridades sanitarias suecas creen que lo importante es la distancia social, la higiene y el aislamiento de los enfermos y que la mascarilla puede crear una sensación de falsa seguridad, si bien puede ser útil como complemento en algunos casos.

A principios de junio, cuando la situación epidemiológica parecí­a controlada, Suecia empezó a multiplicar el número de test y rastrear los contactos de los positivos, pero sin rastreadores, al contrario que la mayorí­a, trasladando la responsabilidad a los pacientes.

“Puede resultar como mí­nimo tan bien si tú mismo llamas a tus contactos. ¿Por qué no lo harí­as? Tienes una gran responsabilidad”, explicaba hace unos dí­as Tegnell a la televisión pública SVT.
La apelación a la responsabilidad individual está en el centro del modelo, que tiene muchas recomendaciones y pocas prohibiciones, como visitas a asilos o no permitir eventos con más de 50 personas, un lí­mite que las autoridades quieren elevar hasta 500, siempre que se pueda estar sentado y guardar una distancia de un metro.

El modelo distinto y la elevada mortalidad atrajeron las miradas del exterior hacia Suecia desde el principio, obligando al Gobierno a desmentir los mitos sobre la ausencia de restricciones en el paí­s.

Crí­ticas de expertos y de la oposición
Aunque los sondeos siempre han reflejado un apoyo mayoritario de la población a la gestión de las autoridades, estas no han escapado a los reproches, personificados en una veintena de investigadores muy crí­ticos con la lí­nea seguida por la Agencia de Salud Pública.

A las autoridades sanitarias se las ha acusado de buscar la inmunidad de rebaño, algo que el FOHM siempre ha negado, reiterando que nunca ha sido un objetivo en sí­, sino un efecto.

Que más de la mitad de los muertos procedan de asilos, cuando el objetivo central era proteger a los mayores, ha sido uno de los principales reproches, tanto por la tardanza en prohibir las visitas (no se hizo hasta abril) como por la falta de medios o de personal.

Tegnell ha admitido que las cifras de muertos son “terribles” y que hubo errores, apuntando a deficiencias en la atención geriátrica, de personal y material, algo que también ha señalado el Gobierno, en alusión a la polí­tica del anterior Ejecutivo de derecha y a Estocolmo, gobernada por la derecha y la región más afectada.

La oposición rompió la paz polí­tica a principios de junio, y tanto el lí­der opositor, el conservador Ulf Kristersson, como Jimmie í…kesson, del xenófobo Demócratas de Suecia, tercera fuerza, han reiterado sus crí­ticas esta semana.

Mientras Kristersson ha denunciado un “fracaso de proporciones históricas” y pedido que se mejore la polí­tica de aislamiento de los contagiados, í…kesson ha reclamado que Suecia armonice sus medidas con los otros paí­ses nórdicos y recomiende los cubrebocas, y le ha afeado al primer ministro su falta de “humildad” y “autocrí­tica”.

El Gobierno se defiende apelando a la tradición sueca de gran autonomí­a de las agencias públicas, aunque ha consensuado con la oposición una comisión para analizar la gestión, que han apoyado no obstante la mayorí­a de los suecos, según las encuestas.

La evolución del Partido Socialdemócrata de Lí¶fven en los sondeos desde marzo ha sido llamativa: de recibir su mayor respaldo en los meses iniciales ha pasado ahora, cuando Suecia tiene controlada la epidemia, a volver a las cifras anteriores a la crisis.

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