DESDE ESTA ESQUINA.
Meliton Guevara Castillo.
28.10.2021.
CARROS DE LUJO.
Hace días el joven gobernador de Nuevo León, Samuel García, hizo pública una denuncia sobre desfalcos y malos manejos en algunas instituciones gubernamentales. Llama la atención un caso especial: la concesión de contratos millonarios a sobrinos de un excolaborador de El Bronco; y, caso insólito, de un servidor público que, con un sueldo de 48 mil pesos mensuales, dispone de una flota de carros de lujo. La pregunta es obvia: ¿Quién, con ese sueldo, puede hacer esas compras?
Lo anterior viene a cuento por una sencilla razón: en México, principalmente en los gobiernos de la revolución, la corrupción y la impunidad fue el sello distintivo. Y en un gobierno federal que presume, que su premisa es no robar, encontramos que hay candidatos de MORENA, bueno y también de otros, que publicitan, ofrecen, vaya pues, que van a gobernar con honestidad… ¿Quién puede anunciar lo contrario?
EL PODER Y LA IMPUNIDAD.
El poder ha servido, en todos los tiempos, para robar y enriquecerse. El poder mismo les concede impunidad, como un privilegio. Lo observamos en la actualidad: Emilio Lozoya, confeso de recibir sobornos, disfruta en su casa en lugar de estar en prisión… y así se puede hacer toda unalista. En fin, lo que importa es hacer notar que, todo esto sucede, por una sencilla razón: la complicidad de unos y otros. Por eso, en otros tiempos decían: tú solo ponme donde hay y del resto yo me encargo.
La cuestión es que, además, la riqueza no es posible ocultarla. Como bien dice Samuel, si uno revisa el sueldo, por decir, de un diputado, un senador o un alcalde, como se puede justificar que, de pronto, sea dueño de un rancho, de una constructora, de una enorme y lujosa mansión, que presuma sus viajes al extranjero y sus fiestas familiares. Tuvo que tener, así de simple, otros tipos de ingresos y ahí es donde entra la corrupción, los ilícitos y malos manejos, los desfalcos, el tráfico de influencias, entre otras cosas.
IMPUESTO A LA CORRUPCION.
En las reuniones que participa Rodolfo González Valderrama hace hincapié en el impuesto a la corrupción; si, el que a la larga, todos los ciudadanos, más los contribuyentes, pagamos cuando nos gobiernan corruptos. Y es parte de una cultura, por ejemplo, entre las historias, múltiples, que me han contado me llama la atención una: un constructor gano el contrato para hacer una carretera, pero le dijeron: la esposa del jefe necesita una suburban para llevar a los niños a la escuela… y se llevó. Le recomendaron: rebájale a la cinta asfáltica.
Son culpables, entiéndase, los servidores públicos que desarrollan esta práctica; pero también, aquellos particulares que son parte del proceso; y también, los que vienen después, que practican el borrón y cuenta nueva… precisamente, porque harán exactamente lo mismo: robar, enriquecerse, porque ya le dejaron el camino señalado. Y los que pagan, al final, son los ciudadanos, el sector poblacional que recibe, o debió recibir, tal beneficio.
EL CASO DE TULA.
Estamos en un proceso electoral. Debemos desconfiar del que pregona un gobierno honesto, siempre nos hacen la misma oferta. En este caso, quiero recordar un caso extraordinario: en la elección local pasada se reeligió Antonio de Leija, como alcalde de Tula; cuando gobernó la primera vez se le conoció como Toño Laminas, no me pregunten porque. El caso es que termino su primer periodo y fue señalado, acusado de mil cosas (en términos mediáticos), dejo pasar un periodo y en el siguiente (el actual) volvió a ganar.
¿Qué sucedió? ¿Fue o no corrupto en su primer trienio? Si lo fue, como es posible que, tres años después, vuelve a ser candidato y gana la elección; y la gano con muy buen número de votos. ¿Fue o no un mal gobernante? Si lo fue, luego entonces, la población, los que votaron, tienen una débil memoria… porque al final, lo que cuenta, son los votos en las urnas.
EL PODER MAREA.
Por eso, en una elección, cuenta mucho la experiencia de quien ya ha tenido poder, que ha cruzado el pantano y no se mancha; quien lo recibe por primera vez, como suele suceder, se puede marear y ser vencido por la tentación del poder y de la corrupción, olvidarse de la honestidad, servirse en lugar de servir. Por eso, los partidos deben cuidar a quien nominan a un puesto de elección popular; y los ciudadanosfijarse a quien le dan su voto.