Cd. Victoria, Tam.- Entre centenarios y bicentenarios, el estallido social que sacudió a Tamaulipas en el infausto año de 2010 ni fue insurgente ni tampoco revolucionario, sino expresamente delincuencial.
El cartel dominante rompió lanzas ese año con su cuerpo paramilitar de seguridad y de este pleito intestino nacerían dos organizaciones rivales, en feroz disputa de territorios.
Fenómeno de bipartición que tuvo por antecedente un rompimiento similar, un año atrás (verano del 2009) en la organización más importante del Pacífico, entre la vieja guardia del CHAPO GUZMÁN y sus antiguos socios, los hermanos BELTRÁN LEYVA.
Una lectura algo esquemática nos diría que el primer grupo tenía por protector a VICENTE FOX, mientras que el segundo habría cobrado mayor fuerza bajo el gobierno de FELIPE CALDERÓN. Fue, en efecto, un choque generacional, en el gobierno y el bajo mundo.
Lo curioso es que en ambos casos (y vinculado a los dos bandos) figure el nombre del ingeniero GENARO GARCÍA LUNA, como director de la AFI bajo el foxismo y titular de Seguridad Pública durante el calderonismo.
Todo ello repercutió en Tamaulipas, por ser territorio de paso para las rutas comerciales que (de ida y vuelta) conectan al centro y sur de México con el mercado norteamericano, a través de nuestro envidiable sistema de ciudades gemelas, único en el país.
Fueron tiempos de horror para la población pacífica. Ciudades y carreteras principales convertidas en campos de batalla. Bajo ese clima de espanto ocurrió el asesinato del doctor RODOLFO TORRE CANTÚ, entonces candidato del PRI a la gubernatura de Tamaulipas.
DILEMA VIGENTE
La respuesta institucional llegaría en las dos sucesivas administraciones estatales. Costó mucho dinero, trabajo y vidas recuperar territorios. Se creó una policía estatal militarizada, nuevas instalaciones de seguridad en todo el Estado, redes de monitoreo, cuarteles de SEDENA en ciudades como Mier, San Fernando y Mante, amén de mejores instalaciones para SEMAR en Soto la Marina.
Por supuesto, el problema no está resuelto, pero se ganaron espacios. Sigue habiendo muertos, la extorsión continúa lo mismo en el comercio urbano que en la actividad agropecuaria, pero el escenario general (justo es reconocer) ya no es de guerra abierta, ni de metralla permanente como en 2010, 2011 o 2012.
Y es importante hablar de esto hoy que nos encontramos de nuevo en año electoral, con campañas a gobernador y el consabido final de sexenio. En particular porque la paz y el progreso, la seguridad de las economías y la tranquilidad de las familias, siguen vigentes entre las prioridades del votante.
De aquí la preocupación de la base ciudadana. Y también las interrogantes que irían dirigidas hacia el candidato de MORENA, el doctor AMÉRICO VILLARREAL ANAYA, dado que representa a una fuerza política comprometida con el discurso presidencial y su esquema de comodina tolerancia al crimen organizado.
Ello, bajo el paradigma obradorista de que la delincuencia nace de la pobreza, la pobreza es herencia del neoliberalismo y, por tanto, se impone combatir al modelo neoliberal, mientras se despliega una estrategia de “abrazos, no balazos” con el hampa.
Reduccionismo infame y también frase feliz que funcionan como patentes de corso para los cárteles, particularmente en regiones gobernadas por MORENA, como Veracruz, Zacatecas y Guerrero, pero que sin duda preocupan en entidades como Tamaulipas.
En especial cuando vemos que la actitud bondadosa de ANDRÉS MANUEL hacia los grupos criminales amarra las manos a la Guardia Nacional. Institución cuyos miembros, en su mayoría muy jóvenes, no inspiran temor alguno a su contraparte delincuencial. Menos con esos uniformes jaspeados que parecen piyamas.
Borrada de un plumazo la Policía Federal, a estas alturas solamente el verde olivo de SEDENA y el acuamarina de SEMAR imponen verdadero respeto. Lo demás queda a cargo de las fuerzas estatales y este factor descansa en los gobernadores.
AGENDA ELECTORAL
Equilibrio difícil si después de octubre se impusiera en Tamaulipas el criterio de “abrazos no balazos”, pues siguen frescos en la memoria los sucesos del 2010. Recuerdos vivos, heridas que no cierran, justicia que jamás llegó para las víctimas y sus familiares.
Desde luego, el perfil del doctor AMÉRICO VILLARREAL ANAYA tiene fortalezas visibles y abunda en aspectos positivos. No está en duda su honorabilidad, ni su trayectoria, ni su vocación de servicio.
Pero necesita deslindarse de toda sospecha y dar seguridades plenas a sus potenciales votantes de que no le temblará la mano para enfrentar a la delincuencia con toda la fuerza moral y los recursos legítimos del Estado.
Lo piden las familias, estudiantes, maestros, pero también comerciantes, industriales, transportistas y productores agropecuarios. Y esto nos lleva a un punto que los estrategas de MORENA no parecen (o no quieren) entender.
Por justicieros que sean sus programas sociales, por eficaz su efecto redistributivo, el delincuente seguirá siendo delincuente. Las tarjetas del bienestar no son varita mágica que anule la inclinación criminal o modifique el modus vivendi del cuentahabiente.
Es perfectamente factible el cotizar como becario y seguir siendo sicario. No son excluyentes ambas categorías, como AMLO (de manera ingenua o perversa) lo aseguró tantas veces en campaña.
Se atraviesa entonces una cuestión de imagen, susceptible de ser valorada por los operadores de MORENA. El principal problema en la credibilidad de AMÉRICO se llama ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR.
Y claro que es tema de campañas. Esa política de manga ancha, tolerancia y abrazos podría devolver a Tamaulipas a los peores escenarios del 2010. No es este el futuro que queremos para nuestras familias.
BUZÓN: lopezarriagamx@gmail.com
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