Los Constructores

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DESDE ESTA ESQUINA.

MELITON GUEVARA CASTILLO.

 

En todas las profesiones, artes o tareas técnicas encontramos a personas que se distinguen por su talento y habilidad; entre esas personas, a quienes les guardo mucho respeto, son a los albañiles. A ese grupo social, trabajador, que Vicente Leñero dibujo en términos sociales en su libro “Los albañiles”. Con ellos, con los albañiles, convivo y aprendo, los conozco, en cada ocasión en que requiero de sus servicios.

Hace tiempo, lo recuerdo muy bien, uno de ellos me dijo que el se sentí­a orgulloso de ser albañil. Que ellos eran una especie de héroes anónimos de las ciudades: porque son, emocionado lo expreso, los constructores de los grandes edificios de todas las ciudades. En todos, me dijo, está la mano de obra de un maistro y de sus ayudantes. Claro, hay de todo tipo.

EL CORAJE DE MI TIO.

Vicente Ordoñez es mi tí­o por parte de mi papa. El fue, en los años 70s y 80s jefe de cuadrilla y hasta capataz en algunas obras en la frontera. Cada vacaciones llegaba a Matamoros y su casa era donde me daban hospedaje. En una ocasión, en una charla de sobremesa, me platica como fue que se enfermó, que hizo un coraje y fue a dar al hospital. Todo comenzó en Miguel Alemán, en una construcción.

Al supervisar avance de la obra observa que van atrasados. Pregunta que donde están los maestros que se habí­an contratado y, la sorpresa, es que no eran tales; no eran tales precisamente porque no sabí­an hacer el trabajo de un maistro… ahí­ fue el coraje, porque alegaba ser maestros, pero no podí­an con el trabajo. En el reclamo, los dimes y diretes, hizo coraje, los corrió y él fue a dar al hospital: y para salir adelante en la obra tuvieron que ir a Reynosa a contratar, ahora sí­, maestros.

DIVISION DEL TRABAJO.

Hace tiempo, cuando era docente, un dí­a mis alumnos no querí­an hacer un examen: porque no habí­an estudiado. Les recordé que les avise con 8 dí­as de anticipación y que, un dí­a antes, hicimos un repaso de los temas. Al final les comente: los que no quieren estudiar también van a trabajar, pero lo harán en trabajos pesados… y agregue: hay personas que no pueden estudiar, porque no tienen dinero… se conforman con ser técnicos en plomerí­a, albañilerí­a, mecánicos, entre otras cosas.

Y un alumno, recuerdo bien su nombre, Abel explico que el estaba orgulloso de su papa; que era un maistro albañil, respetado y reconocido por sus clientes, y que gracias a su trabajo como albañil habí­a sacado adelante a el y a sus hermanos en sus estudios. Y como Abel creo, deben existir uno y mil, hijos de maistros y ayudantes de albañil, que son su sudor, con su energí­a, dí­a a dí­a cumplen con su trabajo.

MELQUIADES, JAVIER Y DON NETO.

En los últimos años he convivido con tres personas que, guardadas las proporciones, considero que con su trabajo, tesón y calidad han mostrado que son excelentes trabajadores. Don

Melquiades fue el maistro de El Roble; por un lapso de 8 meses construyo, paso a paso mi casa. No estudio, pero tení­a una capacidad extraordinaria de trabajo. Ya está con Dios; la vida le cobro con creces los excesos de su juventud.

A Javier lo conocí­ hará cosa de 7 años. Es un ecuatoriano, bracero en Nueva York, que conoció a una mexicana, de Victoria y se casó con ella. Ahora vive en Victoria y es polifacético en su trabajo: puede poner un piso, instalar un aire acondicionado o un tinaco con su bomba, una instalación eléctrica. Eficiente y responsable en su trabajo… por cierto, ya es mexicano por naturalización.

Don Neto, no es Don Neto, ya me entere que es 4 años más chico que yo. Igual construye una casa, una barda, coloca un piso y en trabajos especializados, como la cuestión eléctrica o de plomerí­a, se las ingenia con sus amigos que hace ese trabajo. Don Neto tiene mucho trabajo, hay que contactarlo y agendar. Ahora trabaja en El Roble, en una barda y barandales.

Mi reconocimiento para los constructores de la ciudad, de nuestra casa y de otras más.

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